“Cuando se construyó la primera máquina de vapor, se separaron los caminos de las razas del mundo y no se han vuelto a encontrar.”
Isak Dinesen
Memorias de África
Cuando de íncipits célebres e inmortales se trata, el “Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong” de las Memorias de África de Karen Blixen (alias Isak Dinesen) poco tiene que envidiar a otros como “Señores, ¿os place oír un bello cuento de amor y muerte?” del Tristán e Iseo de Bédier o, mejor aún, “La cólera canta, Musa, del Pelida Aquiles” del inmortal Homero. Todos ellos son tan programáticos como sugerentes. Curiosamente las tres obras comparten algo más allá de la perfección de su comienzo: su oralidad y “auralidad”; fueron concebidas para ser contadas y escuchadas, antes que para ser leídas.
Tanto la Ilíada como Tristán e Iseo existieron mucho antes de que alguien decidiera ponerlas por escrito en una de las múltiples formas y variantes en que aedos y juglares debían transmitirlas de aldea en aldea. Es cierto que las Memorias de África de Karen Blixen surgieron en otro tiempo, bajo el reinado despótico de la palabra escrita e inmutable, pero sus historias tienen también vocación de relato, de cuento para ser narrado a media luz y a media voz en la comodidad del hogar. Así debió de entenderlo, de hecho, el desaparecido Sidney Pollack, que en su espléndida adaptación para el cine concedió un importante papel a la voz en off de la Baronesa Blixen.
La estructura del libro no hace sino confirmar esa impresión de oralidad, pues Memorias de África abunda en anécdotas dejadas a medias para ser continuadas después, en saltos adelante y atrás en el tiempo, en digresiones y anécdotas aparentemente intrascendentes... Leer estas Memorias es en parte como leer su pequeño capítulo “Los caminos de la vida”, como unir los puntos, que diría Steve Jobs –en el que, sin duda, debe ser uno de los más inspiradores discursos de graduación jamás pronunciados; eso sí, muy en la línea del sueño americano-. Con una diferencia. No hace falta esperar al final, alejarse y cobrar perspectiva para contemplar el dibujo que componen las pequeñas y fragmentarias teselas del mosaico.
Desde la primera página una sabe que está leyendo una hermosa, sobria y pausada elegía a una África en desaparición, en que la llamada civilización y el progreso cercan cada vez más el escaso margen existente para la singularidad y el misterio, que diría el Morel de Gary. Y eso que de aquí y allí brotan arrebatos colonialistas más que sorprendentes –y por qué no, censurables- en una mujer que presumía de civilizada por amar el orgullo de sus criados:
“El bárbaro ama su propio orgullo y odia o descree del ajeno. Yo quiero convertirme en un ser civilizado, amar el orgullo de mis adversarios, de mis criados y de mi amante; y mi casa será, con toda su humildad, un lugar civilizado en medio de la selva.”
(Ibidem)
Y no quiero terminar sin hacer notar antes las múltiples y variadas deficiencias de la reciente edición de Alfaguara (Madrid, 2007). Errores de puntuación que dificultan e impiden incluso la comprensión, faltas de ortografía y errores tipográficos campan a sus anchas por este volumen y emborronan la obra de esa exquisita esteta que fue la Baronesa Karen Blixen.
10 comentarios:
El vuelo final de Robert Redford siempre será una secuencia grabada a fuego en mi memoria. El libro de Blixen todavía es un gran que intentaré subsanar cualquier día de estos.
Un saludo.
Y con razón, esa secuencia es todo un clásico. Y con la brusca interrupción de las voces "blancas" que la acompañan de banda sonora.
Saludos
Hola Ceci!
Hacia tiempo que no me paseaba por tu bitacora y no disfrutaba con tus criticas y resennas. Llevo leida las del secreto de Donna Tart y esta de Memorias de Africa y tengo que decir que sigues manteniendo ese poderoso tono narrativo que hace de tus criticas una lectura deliciosa. Yo estoy tres semanas en Berlin y entretengo mis pocos ratos libres con Vargas Llosa y su conversacion en la catedral. Bis bald (Hasta pronto en aleman)
Juan
www.librodearena.com/juanfondevila
P.d.: Las faltas de otrografia son debidas a los teclados de Germania
Como siempre muchas gracias, Juan. Quedas excusado de los problemas ortográficos. Yo también los sufrí en su día. Disfruta por Berlín.
Un abrazo
Me gustan mucho tus reseñas Ceci. Tengo ganas de leer sus ‘Cuentos de invierno’
Por si te apetece :
http://frag-mentos.blogspot.com/search?q=karen
Buenas noches
Gracias, Olvido. Yo también leeré más adelante sus "Cuentos de invierno" y sus "Cuentos góticos", que se han señalado repetidamente como obras maestras. Preciosas fotografías las del enlace.
Un abrazo
Hola.
¿Qué tal el final del verano?
Apuremos las lecturas, antes de que llegue el otoño y los libros se deshojen.
Saludos.
Apurémoslas, apurémoslas pues, que el lunes es 1 de septiembre y toca afilar los lápices.
Un abrazo, Rubentxo
No dejes de leer, Ceci, "Siete cuentos góticos" y "Cuentos de invierno". Sobre todo el primero, donde hay tres relatos que son verdaderamente inolvidables.
Memorias de Africa es también un libro bello e inolvidable. La película también es soberbia, aunque Pollack se hay tomado la licencia de inventarse un romance y affaire sexual que en el libro no existe.
Gracias, Chema, tomo nota y los leeré, sin duda. Y en cuanto a las licencias que se tomó el fallecido Pollack, fueron muchas, pero necesarias para darle a la historia una forma más narrativa y, seguramente, "visible" en Hollywood.
Un placer tenerte por aquí.
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