jueves, 17 de noviembre de 2011

LAS CRÓNICAS DE LA SEÑORITA HEMPEL (SARAH SHUN-LIEN BYNUM)


Vuelvo a estar achacosa -It is flu time!- y no ando demasiado gárrula hoy. Y es una suerte porque estoy sorprendentemente afónica. De todos modos, no sería justa si dejara pasar este título sin mención alguna en ésta, mi esquina preferida. Es cierto que su estructura parcelada en relatos le hace un flaco favor al conjunto por la inevitable y mal disimulada irregularidad y que una tiene la impresión, como señalaba Francisco Solano en el Babelia del pasado sábado, de que hay relatos sobrantes, pero el capítulo inicial deslumbra, como pocos textos lo hacen, por su frescura, aparente -sólo aparente- candidez y naturalidad y, tras leerlo, una no puede evitar sentirse una verdadera privilegiada por dedicarse a este entretenido, absorbente y sólo a veces agradecido mundo de la Educación Secundaria.

Así que Vds. lean; si quieren, lean sólo el primer capítulo, pero ¡léanlo!


miércoles, 9 de noviembre de 2011

UN REY SIN DIVERSIÓN (JEAN GIONO)

“Sí, se necesitaría una buena cantidad de hijos, machos bien grandotes, y habría que habitar estos establos abovedados, estas grutas donde uno se siente perfectamente resguardado; no con paredes rectas, o esos ángulos de aquí arriba que parecen de cartón, que no dan sensación de solidez, de seriedad, tan típicamente 1843, tan modernos; mientras, fuera, en tiempos que no son modernos sino eternos, acosan las eternas amenazas. Lo bueno es la bóveda, el calor de las bestias, su olor, el rumor de la mandíbula, masticando el heno; lo bueno es contemplar los grandes y hermosos vientres de las bestias apacibles. Es aquí donde realmente se hace familia y humanidad; el padre ha dejado el fusil contra la mampara, y la madre le acaricia el pelo a la niña pequeña.”

Un rey sin diversión

Jean Giono (trad. del francés de Isabel Núñez)

Poco tiene que ver el contenido de Un rey sin diversión de Jean Giono con la encantadora y plácida ilustración que en Impedimenta han elegido para las cubiertas de su cuidadísima y modélica edición. La primera de las crónicas de Giono es, en efecto, turbia e inquietante, salvaje y brutal como el invierno en el que transcurre, gélido y silencioso, preñado de esos peligros ancestrales y eternos que más arriba se citan.

Imaginen Vds. un pequeño pueblo de la Provenza del s. xix, aislado de cualquier posible contacto con el mundo exterior por una ventisca de esas tradicionalmente asociadas a inviernos remotos. ¿Completamente aislado? Minime! El Mal siempre consigue abrirse paso, con pasmosa facilidad y naturalidad, además. Sólo así se explica que jóvenes lugareños desaparezcan sin dejar rastro, que se degüellen cerdos y caballos y que su sangre rojo bermellón contamine la nieve virgen nunca hollada. Este es el escenario al que llega Langlois, comisario de peculiares y expeditivos métodos, capaz de lo mejor y de lo peor, y de dejar, para bien y para mal, un recuerdo indeleble en todos los lugareños que coincidan con él.

Pero no se me engañen Vds. Lo que les aguarda no es un thriller al uso; no sólo, al menos. Los perversos crímenes antes mencionados son resueltos a mitad de camino de esta originalísima y honda novela para dejar paso franco a otros misterios, que no por cotidianos resultan menos insondables, los de las relaciones humanas, la felicidad y la vida. Y es cierto que esta lectora ha perdido un tanto el pie en esta segunda parte de la historia, en que la tensión dramática inevitablemente decae, pero no lo es menos que el apoteósico final está a la altura y devuelve esta novela al lugar que merece: el de las obras sorprendentes , sinceras y honradas destinadas a perdurar.

Así que Vds. lean, lean.

viernes, 4 de noviembre de 2011

SEAVIEW (TOBY OLSON)

Mientras dedico el escaso tiempo que últimamente consigo sacar para la lectura a la sorprendente, macabra y soberbia Un rey sin diversión de Jean Giono, aprovecho la tarde de viernes para dejarles por aquí la reseña que una servidora firma en el número del Qué Leer del corriente mes. Su objeto es Seaview, de Toby Olson, una de las novelas más complejas y difíciles con las que jamás me he topado. Aprovecho, asimismo, la ocasión para lamentar la treintena abundante de faltas de ortografía y errores ortotipográficos que campan a sus anchas por el texto. La editorial podrá ser pequeña y modesta y no tener correctores en nómina pero el lector, creo yo, no tiene por qué sufrir las consecuencias.

Publicado en Qué Leer, nº 170 (noviembre, 2011)