miércoles, 30 de julio de 2014

TRAVELLING SPRINKLER (NICHOLSON BAKER)



Damas y caballeros, bienvenidos de nuevo al show de Paul Chowder. ¿Recuerdan a aquel poeta entrañable que hace unos años intentaba a un tiempo escribir el prólogo de una antología significativamente intitulada Only Rhyme, superar el bloqueo creativo, recuperar a su exnovia Roz y dejar de golpearse una y otra vez su mano derecha? Está de vuelta, de la mano, cómo no, de Nicholson Baker, de cuyo optimismo y buen hacer hablamos por aquí hace tan solo un par de semanas.
Han pasado los años, Only Rhyme sigue siendo texto de referencia en los primeros cursos de unas cuantas universidades anónimas, Roz se ha emparejado con un ambicioso periodista dedicado a poner en jaque ciertas prácticas abusivas de la medicina tradicional y nuestro querido Paul ha sustituido la poesía por la composición digital. Hay mil maneras, afirma, de decir “hola” pero solo una de imprimirla sobre el papel. Todo lo demás es inferencia y proyección de parte del lector. La música, en cambio, ofrece más posibilidades de emitir la propia voz, de modo que ha llenado hasta los topes su ya célebre granero de teclados, altavoces, micrófonos...
No se lleven a engaño. Paul Chowder sigue siendo el mismo y mientras lucha en vano por componer una canción de amor para Roz y lee aburridos manuales de sintetizadores, habla, habla y habla sin parar, como el charlatán que es, sobre Debussy, Stravinsky, las reuniones cuáqueras, las gallinas de su vecina, el recién descubierto mundo de los puros habanos, los drones, la timidez política de Obama o la belleza de los aspersores de su jardín.
El afán de caracterización, eso sí, se vuelve esta vez manierismo y a mitad de camino, justo cuando Travelling Sprinkler se hace autorreferencial y se convierte en el libro que el propio Paul intenta escribir sobre cómo escribir canciones, Nicholson Baker se tambalea un poco y corre el riesgo de que su protagonista nos resulte cargante. Por suerte, Paul Chowder es tan entrañable y encantador, que consigue salir airoso -y hasta triunfante- del envite.
Desde aquí, por supuesto, solo podemos invitarles a conocer a este maravilloso gárrulo. Lean, lean... pero empiecen por aquí.


lunes, 28 de julio de 2014

BARK (LORRIE MOORE)



“Bye! Thank you for sharing my birthday with me!” Ira called out. Where affection fell on its ass, politeness could step up. But then there was the heat and sorrow again just filling his face.”
“Debarking”,
Lorrie Moore


Están hartos de oírme decir que desconfío de símiles y tropos, porque, utilizados en exceso, conducen a una prosa demasiado consciente de sí misma y por aquí, ya lo saben, apreciamos, sobre todo, la economía y sencillez, aun aparente, de un Salinger, un Vonnegut, un Roth o una Mary McCarthy. Hace ya tiempo, sin embargo, que señalo a Lorrie Moore como a una de mis prosistas preferidas alegando en su favor la brillantez de sus metáforas, osadas e imaginativas, sí, pero que se leen con absoluta naturalidad.
Es cierto que Bark no es la muestra más sobresaliente del genio de Moore pero igualmente hay en ella destellos brillantes no solo en lo que se refiere a los tropos sino también, y sobre todo, en sus diálogos. No en vano “Debarking” y “Foes”, acerca de una pareja sin esperanza y una discusión política de lo más acerada respectivamente, son, en opinión de quien les habla, los mejores relatos de esta colección. Nada parece impostado, todo encaja y los personajes son, en consecuencia, más reales y humanos.
¿Andan a la caza y captura de Literatura con mayúscula? Lorrie Moore no necesita peripecias ambiciosas ni epatantes epifanías. Toma una situación banal y cotidiana cualquiera y la vuelve extraordinaria a base de pequeños detalles concretos y dos armas fundamentales que todo escritor debería emplear: precisión y concreción.
Lean, lean. 


viernes, 18 de julio de 2014

DIOS NO ES BUENO (CHRISTOPHER HITCHENS)



Leía estos días Dios no es bueno de Christopher Hitchens y comparto en gran medida su apasionada defensa de la razón frente a la fe, la Ilustración frente al oscurantismo, la evolución frente al diseño -pretendidamente- inteligente, o, para ser más exactos, su valiente aunque violenta invectiva contra las religiones en general y los tres grandes monoteísmos en particular. Encuentro, de hecho, que, como él, bien podría definirme como humanista secular, confiando como confío en la existencia de un ius naturale, previo o ajeno a cualquier tipo de fe, por el que el común de los mortales se comporta “bien” con sus semejantes, lamentando que el Cristianismo se haya arrogado tradicionalmente, entre otras muchas cosas, el monopolio de determinados valores, y defendiendo, con la ayuda de Ockham y su navaja, que el mundo material ofrece maravillas suficientes para admirarnos, sin que haya necesidad de acudir a entidad metafísica alguna. Miren a su derecha y recréense, una vez más, con las más que lúcidas palabras al respecto del Woody Allen de Hannah y sus hermanas. Somos mera contingencia, fruto de mutaciones casuales que triunfaron o no en virtud del contexto en que se produjeron y, qué quieren que les diga, esto no deja de ser tranquilizador. Ayuda a poner en perspectiva nuestros desvelos. Lean, si no, Galápagos o Sirenas de Titán de Kurt Vonnegut y díganme si no salen reconfortados.
Son muchos los excesos cometidos en nombre de la religión, como los terribles atentados del 11S, de un lado, y la perversa interpretación que de ellos hicieron ciertos desaprensivos en clave de castigo bíblico por la claudicación ante la homosexualidad (¡¡¡!!!), de otro, y en esta línea el ensayo de Hitchens proporciona una nutrida batería de sólidos argumentos de índole diversa: mutilación genital, trabas a innumerables avances de la Ciencia que reportaron o reportarán enormes beneficios a la Humanidad, hipocresía -¡atención a sus palabras sobre santa Teresa y Gandhi!-, zafia manipulación en la factura de milagros, inmoralidad manifiesta... Sí es cierto, sin embargo, que llevado por el apasionamiento, a veces resulta un tanto tramposo -cuando Gandhi se equivoca, lo hace merced a su religiosidad, cuando el reverendo Martin Luther King es digno de encomio, se comporta de modo distinto a como dicta su confesión- y que a propósito del carácter sacro de las vacas de la India, Marvin Harris resulta mucho más convincente, pero, por lo demás, Dios no es bueno de Hitchens es de lo más recomendable. Así que ustedes, ya saben. Lean, lean.


viernes, 11 de julio de 2014

NOBLES Y REBELDES (JESSICA MITFORD)



"Cuando el papel higiénico se hace más grueso y el papel de cartas más fino, es que las cosas van a peor. Al menos en nuestra casa, claro."
Amor en clima frío
Nancy Mitford

Que la de los Mitford era una familia singular lo sabíamos ya desde hace algún tiempo, desde que hace casi una década Libros del Asteroide publicó en español la traducción de la exquisita y desternillante A la caza del amor de Nancy Mitford, inspirada, según se nos dijo, en su propia familia. Siguieron después Amor en clima frío, La bendición, No se lo digas a Alfred y Trifulca a la vista, en las que la autora retrataba con mordacidad y cierta nostalgia un mundo extinto y a una clase social, la propia, que no servía para nada. Significativo a este último respecto, por cierto, es el pasaje de esta Nobles y Rebeldes de Jessica Mitford en el que se nos cuenta cómo a su llegada a EEUU, un oficial de aduanas tachó “par del reino” del espacio para “profesión” del formulario que un encopetado lord inglés rellenaba ante su mirada -la de Jessica-.
La singularidad de los Mitford no radica tan solo en lo pintoresco y escandaloso de sus actuaciones. Por más que una de las hermanas fuera amiga personal de Hitler y se descerrajara un tiro en la cabeza cuando Inglaterra le declaró -por fin- la guerra a Alemania, por más que otra se casara con Mosley, líder de los fascistas británicos, con Göbbels como padrino, y por más que Jessica huyera a la desesperada con Esmond Romilly, sobrino comunista de Churchill, para unirse a las Brigadas Internacionales, lo verdaderamente notable, creo, es que una sola familia pudiera abrigar dos autoras del talento de Nancy y Jessica Mitford.
Por aquí siempre hemos sido entusiastas de la ironía frívola de aquella, ya lo saben, pero Nobles y rebeldes, las memorias noveladas de Jessica Mitford, tienen nervio y alma, además de ser condenadamente divertidas y de mostrar una prosa impecable, al menos en la traducción de Patricia Antón. En ellas relata “Decca” su infancia y “educación”, por decirlo así, en el seno familiar, y, sobre todo, su romántica y desesperada huida en compañía de Esmond, el que sería, aunque brevemente, el amor de su vida. La coyuntura histórica -el ascenso de los fascismos y los prolegómenos de la II Guerra Mundial en una Inglaterra paralizada por la contención sin escrúpulos de Chamberlain- proporcionaba ciertamente un escenario romántico para la pasión de ambos jóvenes pero, al margen de la inevitable idealización, hay emoción sincera. Lean, si no me creen, los dos últimos capítulos, referidos al intento de suicidio de su hermana Gorgo -la nazi- y a la despedida de Esmond y noten cómo se les humedecen los ojos. Lean, por favor, lean Nobles y rebeldes.


miércoles, 9 de julio de 2014

VOX (NICHOLSON BAKER)



“Conocí” a Nicholson Baker hace cuatro años merced a la magnífica El antólogo, que reseñé para los amigos de Qué Leer. Me hice tiempo después en una estupenda librería de Zamora con un ejemplar de Vox, que quedó olvidado entre los títulos pendientes, relegado una y otra vez por parecer tan solo, en principio, una gamberrada lúbrica. Y de repente, en un margen de tres o cuatro días, averiguo que Paul Chowder, el encantador antihéroe de El antólogo, está de vuelta en Traveling Sprinkler y escucho una sorprendente, por inesperada, referencia al tono picante de su obra -la de Nicholson Baker- en Orange is the new black (OITNB).
Así que, mientras me hago con la secuela protagonizada por aquel maravilloso antihéroe e intento superar el síndrome de abstinencia provocado por el final de la segunda temporada de OITNB, leo compulsivamente Vox y descubro que sí, es una novela erótica con pasajes realmente lúbricos, pero también sofisticada, divertida, tierna e inteligente y que la referencia en OITNB no es tan sorprendente, pese a todo. No lo es porque, a tenor de lo visto y leído, tanto Nicholson Baker como Jenji Kohan, creadora de la serie, pertenecen a eso que podríamos llamar el club de los optimistas y filántropos. Olvídense de Zapatero y su, al parecer, incorregible optimismo antropológico y céntrense en un guionista como Aaron Sorkin, capaz de pergeñar para la pequeña pantalla políticos carismáticos, inteligentes, honrados y divertidos como los de The West Wing o periodistas osados y coherentes como los de The Newsroom y empezarán a hacerse una idea de a qué me refiero. Y es que la prisión de Litchfield de OITNB a la que va a parar Piper Chapman puede estar dirigida por corruptos y homófobos, sus cañerías podrán expulsar aguas fecales y las gachas del comedor saber a moco, pero entre sus internas hay, además de muestras variadas de sociopatía, brutalidad e ignorancia, otras tantas de carisma, lealtad, amistad, diversión e inteligencia. Y así, las referencias a la cultura popular -y no tan popular- campan a sus anchas sin resultar pedantes ni llamar demasiado la atención. Además de la ya citada referencia a Nicholson Baker, se menta a Christopher Hitchens para rechazar una propuesta de baptismo, se alude a los cuentos de O’Henry en una conversación de gran relevancia, se critica veladamente la Perdida de Gillian Flynn o se responde a la injusta amonestación de un guardián con una referencia a Minority Report.
Pues bien, el mismo optimismo trasluce Vox de Baker. Pocos contextos puedo imaginar más apropiados para la sordidez que una lína erótica y, sin embargo, pese a la crudeza de ciertas fantasías y encuentros sexuales descritos por Jim y Abby, pese al porno duro, las revistas de desnudos y las odas a la masturbación, hay también lugar en Vox para la sutilidad, la elegancia y hasta ciertos pasajes líricos y emotivos. Así que lean, lean a Nicholson Baker y reconcíliense con el mundo.