viernes, 19 de agosto de 2011

SIGNATURA 400 (SOPHIE DIVRY)

“La gente se disculpa demasiado, todo el mundo tiene miedo a ser malo y eso produce literatura para bebés. Para mediocres. No es así como uno crece.”

Signatura 400

Sophie Divry

Si hay un subgénero literario que atrae sí o sí a los “letraheridos”, ese es el de los libros sobre libros. Una ve un pequeño volumen en el que, contraportada mediante, se presente la lectura como refugio frente a la vulgaridad del mundo y se parafrasee el cada vez más manoseado “leemos para saber que no estamos solos” de C. S. Lewis –del Anthony Hopkins de Shadowlands, al menos- y pica, por más que el volumen suela tener un precio inversamente proporcional al número de sus páginas y que se adivine cierto exceso de lirismo. Tal es lo que me ha ocurrido con Signatura 400, si bien hay que reconocerle a la propuesta de Sophie Divry la originalidad de su forma, el monólogo de una bibliotecaria contradictoria y cargante pero capaz de perlas como la que abre esta entrada, además de su brillantísima explicación del sistema de clasificación universal de fondos librarios ideado por Dewey. Esta última, erigida además en incipit de la novela, debería ser de lectura obligada para todos los universitarios noveles que en el mundo son. Mucho más útil les resultaría que esas clases sobre ¡técnicas de estudio! que hoy tanto se estilan en las anodinas Jornadas de Bienvenida a la Universidad.

jueves, 18 de agosto de 2011

MAR DE FUEGO (CHUFO LLORENS)

Les hablaba el otro día de los deberes que, bajo la forma y figura de Silver Pigs de Lindsey Davis, preparaba para mis futuros latinistas y seguro que más de uno de Vds. se ha compadecido de ellos. Que no les den pena, pues también ellos me han puesto deberes a mí. Mis flamantes bachilleres de 1º me regalaron al término de este curso una novela y un precioso marcapáginas, que guardaré como oro en paño como recuerdo de mi primer año en este divertidísimo negocio que ha resultado ser la Enseñanza Secundaria. La novela es Mar de fuego de Chufo Llorens, que prometí leer antes de que comenzara el nuevo curso, pese a sus casi 850 páginas. Hecho está y aquí va la pertinente reseña.

Es esta una lectura que seguramente no habría hecho sponte mea; no ahora, al menos; quizá sí hace quince años, cuando me daba casi con exclusividad a la novela histórica. Pero esa es precisamente la función de los libros que se regalan, ¿no? Y el caso es que me he divertido bastante más de lo que esperaba con esta historia ambientada en la más que turbulenta Barcelona del s. XI que en lo formal adopta técnicas propias de la novela río y del folletín para contarnos las idas y venidas de Martín Barbany, ciudadano notable de Barcelona, su hija Marta, su amigo y viejo confesor Eudald, su criado Ahmed y su enamorada Zahira y una larguísima lista cerrada por su archienemigo Mainar. La historia está bien trabada; demasiado, quizá. Me explico. En no pocas ocasiones los “andamios” quedan a la vista del lector, que adivina, en consecuencia, sin problema, cuál será el siguiente giro de la trama. Se abusa además del cliff-hanger al final de cada capítulo y este es, probablemente, junto con el poco verosímil final, el vicio más enojoso de esta novela. Por lo demás, Mar de fuego, cuyo título alude al célebre “fuego griego” de los bizantinos, se deja leer mejor que bien y es una lectura recomendable para llevar a la playa si consiguen Vds. hacerle sitio en la mochila o si, en el caso de que vivan en el Norte, son Vds. tan osados como para ponerse en bañador.


lunes, 8 de agosto de 2011

THE SILVER PIGS (LINDSEY DAVIS)

“He explained that he did not dislike the informers as such, only the work that they did. I confided that I felt much the same about Emperors.”

The silver pigs

Lindsey davis

Quien desde aquí les escribe se ha divertido tanto este año entre sus bachilleres que, aun en vacaciones, no deja de pensar ilusionada en el próximo curso y ha dedicado estos días a la lectura del que muy probablemente vaya a ser texto obligatorio para los latinistas debutantes de 4º de ESO. Pensé en un primer momento en aprovechar para tal fin las aventuras de Gordiano ‘el Sabueso’ de Steven Saylor, que tanto disfruté de adolescente, ambientadas como estaban en los convulsos años de lo que Ronald Syme denominó la crisis de la República, la de Mario y Sila, la de Catilina y, por supuesto, Cicerón. Pero hace unos cuantos años que los títulos de Saylor han desaparecido de las librerías y nuestros adolescentes de hoy, con sus muchas virtudes, no brillan precisamente por su constancia, así que he creído más apropiado encomendarles algún título que puedan encargar con mayor facilidad, La plata de Britania de Lindsey Davis, por ejemplo.

He dedicado estos últimos días a conocer al carismático detective Marco Didio Falco, protagonista de una serie que alcanza ya una veintena de títulos e incluso una guía oficial recién publicada. La trama entretiene y está bien construida, por más que el desenlace y sus giros sean más que previsibles. El protagonista tiene verdadero potencial y sólo en cierto modo participa del estereotipo del género, aunque esta lectora no acaba de entender el enamoramiento inicial por la víctima, Sosia Camillina. Last but not least, su autora sólo a veces comete un error frecuente en novelas ambientadas en una época tan lejana en el tiempo como la Antigua Roma, verse en la necesidad de explicar y describir más allá de lo que la trama precisa. Al fin y al cabo, una cosa es una novela y otra bien distinta una lección de Historia. Pero esta es tan sólo mi opinión. En unos meses estaré en condiciones de traerles por aquí el parecer de mis adolescentes, si consigo que la lean. Y, ahora, les dejo. Voy a preparar un examen.