viernes, 29 de mayo de 2009

VALS CON BASHIR (ARI FOLMAN Y DAVID POLONSKY)

"Fue aquella una fecha memorable para mí, pues a ella debí grandes cambios en mi existencia. Pero en la vida de todos sucede lo mismo. Suponed que se suprime de ella un día determinado, y pensad cuán distinto habría sido. Los que estáis leyendo esto meditad por un instante sobre la larga cadena de hierro o de oro, de espinas o de flores, que nunca os habría sujetado de no haber sido por un primer eslabón que se formó en un día memorable."

Grandes esperanzas

Charles Dickens

Hace ya unos cuantos años que anoté estas líneas de las Grandes esperanzas de Dickens. Me parecieron entonces de lo más certero, quizás porque siempre he tenido memoria de elefante y acostumbro desde cría a remontarme en el tiempo en busca de las causas de los efectos. Hoy no tengo las cosas tan claras. Las palabras del buen Dickens pecan, creo ahora, de un exceso de optimismo, lo que no es de extrañar y además se agradece. No en vano señala con razón el gran gurú de la crítica occidental, Harold Bloom, que leer a Dickens es volver a la infancia, "a ser tal como éramos antes de perder la inocencia", es "volver a casa". Pero lo cierto es que a veces no hay un hito, un mojón al que atar la cadena de hierro o de flores, que otras lo inventamos a posteriori aquejados de esa fiebre llevadera, agradable y por eso mismo peligrosa que es la nostalgia, y que otras, en fin, hay un día sin duda memorable, pero aquello que lo hizo especial duele, avergüenza o atormenta de tal manera, que lo desterramos al olvido para poder seguir adelante.

"La memoria es dinámica, está viva. Si falta algún detalle y hay agujeros negros, la memoria llena los huecos hasta 'rememorar' por completo algo que no ha sucedido"
dice Ori, psicólogo y mejor amigo del protagonista de Vals con Bashir, Ari Folman. Folman, director de la película y coautor del cómic que aquí nos ocupa, estuvo en Beirut en 1982. Se hallaba entre los soldados israelíes que permanecieron inertes y con los brazos bajados mientras la milicia cristiana entraba en los campos de refugiados de Sabra y Chatila y masacraba a cuanto palestino -anciano, hombre, mujer o niño- se le ponía por delante. Folman estuvo allí pero no lo recuerda. Durante más de veinte años no "ha querido" recordarlo. La única imagen que desde entonces le acompaña es la de sí mismo saliendo desnudo del mar junto con dos camaradas de armas. Y es una alucinación, un delirio, burdamente interpretado al final de la historia, por cierto. Pues si algo lastra esta poderosa historia de reconstrucción de la memoria de un hombre culpable -por omisión, pero culpable al fin y al cabo- es la psicología barata que se adueña del último tramo.

Que la cadena de hierro de los judíos de hoy parte de Auschwitz y similares nadie lo pone en duda. Que en su enfrentamiento con los palestinos en Oriente Próximo han adoptado roles cercanos a los de sus verdugos de antaño se ha dicho muchísimas veces en las últimas décadas. Por eso no creo que haga falta repetirlo de un modo un tanto zafio desde el diván del psicólogo. Al fin y al cabo, siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras y Vals con Bashir es un cómic, ¿no?



2 comentarios:

Rubentxo dijo...

Me han recomendado esa peli hasta la saciedad, pero no sabía que tenía su equivalente en libro.
Un abrazo.
Y hasta pronto!!!

CEci dijo...

Pues todavía no he visto la película, Rubentxo, pero espero hacerlo pronto.
Otro abrazo para ti