Si Vds. leyeron el suplemento de El País el pasado domingo sabrán ya que John Grisham, ese autoproclamado gurú del entretenimiento, está de promoción de su nueva ¿novela?: La apelación. No piensen mal. No soy yo quien cuestiona la entidad de novela de dicho volumen -ni de otros semejantes-, sino su propio autor, que en la entrevista que le hace Eduardo Lago se muestra más que generoso en perlas dignas de aparecer en uno de esos compendios de frases célebres; y no precisamente por su agudeza. Vaya en su descargo que el señor Lago tampoco se muestra especialmente lúcido y parece participar del muy extendido error –así lo veo yo al menos- de considerar que un best seller es un tipo concreto de libro y no aquello que es en realidad; sencillamente, un libro muy vendido, ya se trate de El código Da Vinci, de Harry Potter, del Quijote o de la Vulgata de san Jerónimo. No les distraigo más. El Sr. Grisham toma la palabra:
“Yo sé que lo que hago no es literatura [...] Si me pongo a intentar entender las complejidades del alma humana, los defectos de carácter de la gente y cosas de ese tipo, el lector se distrae, y eso es un lujo que no me puedo permitir. Por supuesto que he leído literatura en el sentido clásico. Todos tenemos esa clase de libros en la biblioteca de casa. Me obligaron a leerlos en la escuela, y le confieso que no me gustaron demasiado. No entendía por qué decían que eran tan buenos.”
“El lector se distrae” ¿de qué? ¿De una trama mil veces leída? ¿“Literatura en el sentido clásico”? ¿“Esa clase de libros”? Pero ¿cuáles, hombre, cuáles? ¿Hemos de entender que no le ha gustado ningún clásico literario? No me extraña que diga que lo que él hace no es literatura. ¡Sólo faltaba! Si la literatura no le gusta...
“Stephen King hizo una observación muy interesante al respecto. Hace muchos años que él publica hasta dos libros el mismo año. Lo que dijo King es que cuando un escritor hace algo así, los críticos dejan de fijarse en él, lo cual es una gran victoria. El autor a solas con sus lectores, haciendo de la crítica algo irrelevante.”
¿O sea que ese es el objeto de tamaña fecundidad literaria? Porque claro, los lectores no hacen crítica, ¿no?
“En mi caso hay un tercer elemento, que no se da en todos los escritores, y es que mis libros son limpios, no hay nada escabroso ni moralmente objetable en ellos. Si un lector de 50 años lee una novela mía, sabe que se la puede recomendar indistintamente a su hija de 15 años o a su madre de 80, porque tiene la seguridad de que no hay nada moralmente reprobable en el libro [...] Hay una sobreabundancia de libros turbios y escabrosos.”
¿Se refiere quizás al adulterio? ¿al suicidio? ¿al asesinato? ¿a la violación? Episodios “moralmente objetables” de este tipo han dado lugar a grandes novelas de esas tradicionalmente encuadradas en lo que el Sr. Grisham llama... ¿cómo era? ¡Ah, sí! “Literatura en el sentido clásico”. No será necesario citar aquí a las Bovarys de turno pero sí llamar la atención sobre el hecho de que John Grisham ha dedicado gran parte de su muy atareada vida al thriller judicial, donde -¡oh, sorpresa!- hay violaciones, asesinatos, adulterios, avaricia y demás pecados al uso. Vean si no las adaptaciones de La tapadera o El informe pelícano, por ejemplo. ¿Qué es entonces esa “nada escabrosa” de sus libros? A saber... cualquiera lo sabe. Yo renuncio. Saberlo es incluso más difícil que acabar una novela de Faulkner:
“Leí a Faulkner siendo muy joven, porque en el colegio nos obligaban a leerlo. Disfruté moderadamente alguno de sus libros, pero lo normal es que me resultara imposible pasar de la página 10. La razón por la que colecciono sus primeras ediciones es porque son una magnífica inversión. Me gusta coleccionar relojes de pulsera y primeras ediciones.”
La entrevista tiene su gracia, la verdad. Yo, al menos, me reí con ganas, aunque no sé si tanto como con la breve nota que acabo de leer en el último Qué leer (septiembre, 2008: p. 21). No le busquen la ironía porque no la hay. Vds. mismos pueden leerlo: “no por ello indigno de loa”. En fin...
“Una pareja de investigadores de la Universidad Rockefeller de Nueva York y del observatorio astronómico de La Plata, en Argentina, acaban de determinar con exactitud la fecha en que Ulises regresó por fin a Ítaca tras participar en la Guerra de Troya: el 16 de abril de 1178 a. C.
Su descubrimiento, ciertamente inútil pero no por ello indigno de loa, se basa en la descripción que de cuatro fenómenos estelares realiza la Odisea homérica, con el eclipse solar que antecede al asesinato de los pretendientes de Penélope como punto culminante.”
4 comentarios:
Este tipo es auténtica Basura Blanca... Sin más.
Saludo!
Lo flipooooooooo muuuuuuucho. Qué tío... Lo de Faulkner y lo de coleccionar primeras ediciones es genial. Nunca he leído nada de este hombre, así es que no lo puedo juzgar, pero... ¡madre mía, qué risa!
Le imagino diciendo cosas como: "No me fijo en la ortografía ni en la gramática de mis novelas: la corrección pasa desapercibida para los lectores" o "No me planteo si mis historias tienen coherencia; a mis cuentos sólo les pido que sean divertidos y entretenido".
Es muy fuerte que un escritor profesional y tan vendido piense cosas así, pero en fin...
Prefiero reírme...
Saludos.
No os molestéis en leer nada de este engendro subliterario...Pero así está el mundo literario: hoy las lecciones "magistrales" las dan tipos como Grisham, Coelho o Ruiz Zafón.
Y esto pasa, Chema, sobre todo por culpa de los monopolios de grandes grupos editoriales que sólo atienden al Sr. Dinero y que montan cadenas de librerías donde no hay lugar para el fondo sino sólo para las carreras de velocidad que montan entre los diversos "fenómenos editoriales del año" que por el mundo están.
Un abrazo, Chema
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