miércoles, 22 de julio de 2015

VE Y PON UN CENTINELA (HARPER LEE)



Si han permanecido atentos a la prensa cultural durante las últimas semanas, sabrán que la versión oficial identifica Ve y pon un centinela con la primera versión de lo que, tras el rechazo de su editor y la sugerencia a su autora de que alterara el punto de vista, terminaría convirtiéndose en una de las novelas más queridas por los lectores estadounidenses, Matar a un ruiseñor.
En Ve y pon un centinela una veinteañera Jean Louis -Scout- Finch vuelve a casa a Maycombe desde la muy yanki Nueva York para descubrir con horror que su -y nuestro- venerado Atticus poco tiene que ver con aquel hombre probo que dos décadas atrás representó a un negro falsamente acusado de violación y que defendía la igualdad de derechos y privilegios para todos los individuos. El movimiento por la defensa de los derechos civiles se halla en plena ebullición, la Corte Suprema de los EEUU ha decretado la inconstitucionalidad de la segregación y, lejos de encabezar el cambio en el muy profundo Sur, Atticus le otorga credibilidad al consejo ciudadano, nutrido de hombres que, por las noches, se ponen el capirote, queman cruces y cosas peores. Republicano de pura cepa, lamenta Atticus la injerencia federal, que Scout reconoce, pero se ampara, para pasmo de su hija, en argumentos que, siendo muy optimistas, podríamos considerar condescendientes y paternalistas; siendo más realistas, racistas. Y esto, claro está, resulta impensable en Atticus, cuyo papel en Matar a un ruiseñor, según dicen, ha mandado a innumerables estudiantes a las facultades de Derecho de medio mundo. “Nos han arrebatado a un icono”, claman los lectores de Ve y pon un centinela.
En su perspicaz crítica para The New Yorker Adam Gopnik siembra la duda sobre la versión oficial amparándose en argumentos internos. Ve y pon un centinela, señala, no es creíble como primera novela de Harper Lee porque basa su conflicto en la decepción de Scout con respecto a Atticus y, solo por lo leído en esta, este no es ningún pilar. En otras palabras, le falta carisma a Atticus en Ve y pon un centinela para provocar tal cataclismo en Scout y este solo es verosímil si esta novela se lee como complemento a Matar a un ruiseñor. Considerada en solitario, Ve y pon un centinela es una novela fallida. De acuerdo, pero parece no advertir Gopnik que de óperas primas fallidas está el mundo lleno, con lo que volvemos a la versión oficial.
Más convincente me parece el argumento de que el juicio al negro Robinson tiene un papel tan tangencial y anecdótico en Ve y pon un centinela que resulta improbable que un editor le sugiriera a Harper Lee que lo convirtiera en centro de una nueva versión, narrada, en esta ocasión, no por una veinteañera y madura Scout, sino por una inocente niña que tiene su primer encuentro con la maldad. De nuevo, de acuerdo.
Hagamos, no obstante, de abogado del diablo por una vez y hagámoslo acudiendo a un detalle señalado por Michiko Kakutani y que, perdonen la inmodestia, no me pasó inadvertido. En Matar a un ruiseñor el negro Robinson es declarado culpable, pese a los esfuerzos de Atticus y todas las evidencias, y la turba enfervorecida lo cuelga de la rama más cercana al calabozo. En Ve y pon un centinela se comenta de pasada que Robinson es declarado inocente, sin más. No news good news.
Son estas versiones excluyentes y se quiebra así la, por lo demás, evidente complementariedad de ambas novelas. ¿Y qué? Me dirán ustedes. Recuperamos así al heroico Atticus de Matar a un ruiseñor, pues si Ve y pon un centinela deja de tener sentido como secuela, vuelve a ser la novela que no fue -hasta que alguien con no demasiados escrúpulos decidió publicarla; Harper Lee agota sus días prácticamente ciega y sorda en una residencia de Monroeville y cuesta pensar que haya dado una aprobación consciente-. Como en esas novelas de ciencia ficción en que cada viaje en el tiempo anula lo ocurrido en el anterior. Otro gallo habría cantado si se hubiera publicado en su momento. La novela que, en cambio, sí fue, es Matar a un ruiseñor y bien merece una relectura en la que, eso sí, tengamos en cuenta que, por mucho que lo admiremos, Atticus Finch no fue probablemente tan perfecto como siempre hemos creído.


1 comentario:

Rosa Berros Canuria dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con Adam Gopnik. Por las razones que él expone y por otras muchas, es imposible que "Ve y pon un centinela" sea anterior a "Matar un ruiseñor". Independientemente de cuál sea la primera, Mientras que "Matar un ruiseñor" es una novela maravillosa (y la he releído despues de "Ve y pon un centinela"), ésta es bastante mala.
pero bueno, el objetivo está cumplido. La editorial ya ha vendido más libros de los que podía soñar. ¿O ha vendido los que soñaba?
Un saludo.