domingo, 19 de diciembre de 2010

INTERREGNO (X)

Recién terminada La habitación de Emma Donoghue, sobre la que podrán leer, creo, en el Qué Leer del aún lejano febrero y, a mitad de camino de Los cementerios de Praga de Umberto Eco, vengo por aquí a decirles que sigo sin olvidarme de Vds. y a dejarles, además de un más que afectuoso saludo, un par de reflexiones:

1. para empezar, que la última novela del semiótico de la Universidad de Bolonia o, al menos, el modus operandi de su antihéroe Simonini, reposa en una concepción estructuralista de la Historia; la misma que hace unos días formuló inconscientemente mi más brillante alumno a propósito de los orígenes legendarios de Roma. Todo lo cual me lleva a confirmar una vez más la muy humana necesidad de proyectar orden y estructura sobre el caos y que, frente a lo que nos quieran hacer creer, hay esperanza -¡y mucha!- para nuestros alumnos de Secundaria.

2. para acabar, que C. S. Lewis empieza a hacerse acreedor en este lugar de una sección similar a las ya existentes para los buenos de Kurt Vonnegut y Michael Chabon. Lean, si no, las palabras del maestro oxoniense citadas por Rocío García en su artículo “Para leer y ser feliz” del Babelia de ayer, dedicado, cómo no, ¡es Navidad!, a la literatura infantil y juvenil:

“No hay libro que merezca la pena leer a los diez años que no sea digno de leerse a los cincuenta.”

Ante tamaña verdad, una no puede sino retirarse y aplaudir.


4 comentarios:

Elena Rius dijo...

Plas, plas! Sabias palabras la de C.S. Lewis. Siempre me ha parecido artificial esa división entre literatura para jóvenes y literatura para adultos. Los buenos libros lo son a cualquier edad, lo mismo que los malos.

CEci dijo...

Totalmente de acuerdo. De hecho, por eso Roald Dahl gustaba -y sigue gustando- tanto a los críos. Porque escribía para ellos como para sus lectores adultos: pensando que eran inteligentes.

enrique dijo...

hola, CEci, ¿sería mucho pedir una aclaración sobre la primera parte de tu post? Es que no la he entendido. La segunda parte, sí, y también aplaudo. Al contrario que a los adultos, a los niños es muy difícil engañarlos en las cosas importantes.
Felicidades por tu blog, me encanta.

CEci dijo...

Hola, Enrique. Cuando no se entiende algo, se puede y se debe preguntar. Más aún en este caso, en que he sido bastante críptica. Digo que "El cementerio de Praga" es estructuralista porque su protagonista se convierte en un gran falsario después de estudiar los elementos que aparecen inevitablemente -y con el mismo orden- en todas las grandes conspiraciones. Y eso es estructuralismo puro, como el de Propp, que dice que todos los cuentos populares pueden reducirse a la combinación de una serie de elementos comunes que se repiten (planteamiento, desafío, auxiliar mágico, importancia del número 3...). O como el de mi muy prometedor alumno de latín y griego de 1º de Bach., que me decía el otro día que los orígenes de Roma, tal como los cuenta Tito Livio, pueden reducirse al esquema aspirante mata a tirano para ponerse en su lugar. Todo se remonta a Saussure, que consideró la lengua como un sistema de elementos fijos y reducidos y de normas para combinarlos.
La segunda parte, la de Lewis, como todo lo suyo, habla por sí sola.
Muchas gracias, Enrique, por estar al otro lado.