“Pronto, demasiado pronto, la realidad echará abajo los muros y desbordará los cauces del colegio con sus furiosas aguas, pero hay un tiempo provisional que nos pertenece, y ese tiempo provisional, ¿acaso no es tan real como la misma realidad?”
El rector de Justin
Louis Auchincloss
En Literatura, como en aquella canción, todo depende. Que ¿de qué depende? De según como se mire, o lo que es lo mismo, del punto de vista. No estoy hablando aquí de la diferente recepción que una misma obra pueda tener en uno u otro lector; ya saben, aquello del de gustibus non disputandum. Me refiero, más bien, a la perspectiva adoptada por el autor y al punto de vista seleccionado para su narración.
Es precisamente desde este prisma como cobra especial interés El rector de Justin de Louis Auchincloss, una novela interesante, de innegable talento, sobria y severa, pero con visos de convertirse, durante buena parte de su desarrollo, en el relato hagiográfico y un tanto huero de la vida del santo y megalómano Francis Prescott, fundador de St. Justin Martyr. Es este el internado masculino de Nueva Inglaterra, poblado por los retoños imberbes con chaqueta de franela de lo más selecto del establishment de no pocas décadas de historia de los EE.UU, al que ha venido a parar como inexperto profesor el joven Brian Aspinwall, narrador de buena parte de la vida del “santo” Prescott. Y si señalo la importancia del punto de vista, es porque en la segunda mitad de la novela surgen otras voces como la del místico y exaltado Charley Strong y, sobre todo, la del suicida Jules Griscam, que contribuyen a sombrear el carácter de Prescott y a hacerlo, en consecuencia, mucho más interesante.
No son, pues, casuales las referencias a Henry James del primer tercio de la obra, ni el paratexto de la contraportada de Libros del Asteroide, que hace de Louis Auchincloss el heredero literario del Maestro. Y no son casuales porque el juego de perspectivas fue siempre muy del gusto del Señor James, autor, entre otras joyas, de Los papeles de Aspern y fautor de uno de los narradores menos fiables que en la Historia de la Literatura han sido, la sufrida institutriz de Otra vuelta de tuerca.
Así que, si les apetece embarcarse en un interesante juego de perspectivas y tienen, como yo, debilidad por todas esas ficciones ambientadas en los fríos claustros neogóticos del saber en los que tanto aprendieron y tan mal lo pasaron los tiernos muchachos de la primera mitad del pasado siglo, ya saben, lean, lean.