domingo, 27 de diciembre de 2009

ESTACIÓN DE TRÁNSITO (CLIFFORD D. SIMAK)

“Si el universo es lo suficientemente grande, todo lo que puede pasar pasará, de modo tal que si pudiéramos ver lo suficientemente lejos, acabaríamos descubriendo una réplica exacta de nosotros mismos. Esto lo había leído en el periódico. En el Science Times. Era como una versión cósmica del número infinito de manos que con el tiempo suficiente acaban escribiendo El rey Lear. Lo cual, en términos evolutivos, era un hecho científico, si te parabas a pensarlo.”

Al pie de la escalera

Lorrie Moore

Mi amigo J., comentarista habitual de este lugar y cáustico e iconoclasta anfitrión de aquel otro, con quien intercambio heterogéneas lecturas y disculpas por no escribir más a menudo, me envió la semana pasada su generoso regalo de Navidad: Alimentar la mente de Lewis Carroll y Estación de tránsito de Clifford D. Simak. Es el primero una deliciosa y divertidísima curiosidad editorial y tan sólo cabe lamentar que no haya sido objeto de una revisión ortográfica más cuidada. En cuanto al segundo, diré en primer lugar que lo más seguro es que no lo hubiera leído por propia iniciativa. Esa es, de hecho, la dinámica que de una manera tácita hemos adoptado J. y yo en nuestros envíos: regalar títulos interesantes para cada cual por uno u otro motivo y que el otro no leería de otra manera. Así fue como leí la maravillosa Solaris de Lem, la divertidísima Galápagos de Vonnegut o esta Estación de Tránsito de Clifford D. Simak que aquí me trae hoy y sobre la que no puedo sino darte la razón, J.:

1. la traducción no es ciertamente la más adecuada

2. el aliento poético de Simak es más que notable

El primer punto no deja de ser circunstancial, así que centrémosnos en el segundo, el aliento poético. Y como botón de muestra del conmovedor lirismo de Simak debería bastar el comienzo de la novela. La presentación de Enoch Wallace, milagroso superviviente de la terrible masacre de Gettysburg, es digna de ser enmarcada, sin más. De hecho, elevó las expectativas de esta lectora a cotas que, mucho me temo, no consiguió alcanzar el resto de la historia:

“Luego todo terminó y reinó el silencio.

Pero el silencio era una nota extraña que no estaba en concordancia con aquel campo ni con aquel día, y no tardaron en romperlo los gemidos y los gritos de dolor, las voces pidiendo agua y las súplicas de muerte... el llanto, las llamadas y los gemidos que proseguirían durante horas bajo el sol del estío. Luego aquellas siluetas acurrucadas se quedarían quietas y tranquilas, se esparciría un hedor que causaría náuseas a todos cuantos por allí pasaran, y las tumbas no serían profundas.

Habría trigo que no sería nunca segado, árboles que no florecerían cuando volviese la primavera, y en la ladera que subía hasta el farallón, quedarían las palabras sin pronunciar, las gestas sin realizar y los bultos empapados que pregonaban el vacío y el despilfarro de la muerte.

Había hombres orgullosos que aún se habían cubierto de más gloria, pero que no eran más que nombres cuyo eco resonaría a través de las edades... la Brigada de Hierro, el V de New Hampshire, el I de Minnesota, el II de Massachusetts, el XVI de Maine.

Y también estaba Enoch Wallace.

Aún empuñaba el mosquetón hecho pedazos y tenía ampollas en las manos. Su cara estaba tiznada de pólvora. Tenía los zapatos cubiertos de polvo y sangre reseca.

Pero aún vivía.”

Estación de tránsito

Clifford D. Simak

Enoch Wallace no aparenta más de 30 años pero, como un nuevo Rip Van Winkle, hace ya bastante que ha pasado de la centena. Vive retirado del siglo y de sus vecinos, a excepción de la diaria conversación que sostiene con su cartero y de los ocasionales encuentros con su vecina sordomuda –cuyo estelar destino, por cierto, es demasiado previsible-. Podría parecer uno más de tantos excéntricos de lo más recóndito de los EEUU, si no fuera porque esta leyenda local ha llamado la atención de la CIA. Y no es de extrañar, pues el bueno de Enoch se ha pasado su más que centenaria vida dentro de su peculiar e inaccesible residencia recibiendo y despachando –es un decir- a los “extranjeros” de muy diversos lugares de la galaxia que en su casa quisieran hacer parada y fonda. Sin embargo, el statu quo está a punto de cambiar, para empezar, por las injerencias de la CIA y de los fanáticos de la vecindad; para seguir, porque los cósmicos visitantes de nuestro héroe tampoco están libres de pecados que una creería exclusivamente humanos: la ambición desmedida, la codicia o la estrechez de miras, por ejemplo.

El relato del conflicto de Enoch, desarraigado y puesto entre la espada y la pared, lo adereza Simak con inevitables reflexiones sobre la incapacidad del Hombre para conocer aquello que está más allá de su Humanidad -¡ay! la falacia del antropocentrismo- y con edulcoradas y un tanto infantiles opiniones de índole moral. Este es, en mi opinión, el mayor lastre de esta Estación de tránsito -junto con la cierta falta de verosimilitud de un agente de la Agencia demasiado bien dispuesto y bienintencionado-. Y es que a mitad de camino Simak se olvida de narrar y se dedica a predicar. Con una sorprendente falta de concreción, además. Y cuando falta el detalle concreto, la historia tropieza y cae. No hay más.

Pese a ello, yo que Vds. leería y me dejaría llevar por el innegable lirismo de determinados pasajes. Y yo que Vds., sobre todo, me buscaría un corresponsal tan generoso, lúcido e inteligente como J., cuyo sedicente pesimismo es en realidad el disfraz de alguien que no ha perdido aún del todo la esperanza en el Hombre. Él no lo va a reconocer pero es lo que me dicen los libros de Lem, Vonnegut, Lewis y Simak que ha querido que lea.

5 comentarios:

J. dijo...

Jajaja... Bueno, prometo que para reyes intentaré enviarte uno que sí te guste... En mi descargo quiero declarar que resulta muy difícil recomendarte buenos libros... ¡¡¡los lees casi todos tú por iniciativa propia!!!

Será que yo lo leí con menos espíritu crítico o que en el fondo soy un alma cándida, pero en mi recuerdo me parecía mejor el librito de Simak; revisando tus palabras no parece llegar ni a la categoría de medianía... En fin.

Lo de lo las malas traducciones es un mal endémico de la ciencia ficción en España que sólo en los últimos años se está empezando a reparar. Yo leí y de hecho tengo la misma edición que te envié a ti, que compruebo data de 1980. ¡Antes eran aún peores!

Otro mal endémico de la ciencia ficción es que durante gran parte de su historia, con la coña de que era una literatura "de ideas", la mayoría de escritores descuidaban "la forma", ya que los propios editores pensaban que el lector de ciencia ficción no quería otra cosa que "fondo", chicha, sin importar la calidad del envolvente. Y Simak, a pesar de todas las taras que le encuentras, es de los autores de la Edad de Oro de la CF norteamericana que aún cuidaba la forma. Otro fue Sturgeon.

Otra clave esencial residía en que la buena parte de estos escritores eran hombres de formación científica cuya mayor aproximación a un texto literario fueron los pulps de Edgar Rice Burroughs. Ejem.

Respecto a lo de que mi "sedicente pesimismo" es sólo un disfraz, por supuesto, lo negaré aquí y donde convenga, ahora y siempre: qué menos (vaya, ya me han vuelto a pillar... otro lugar al que no podré volver, güendiós!)

Abrazo fuerte

J. (puto y sin talento)

CEci dijo...

No quisiera parecer desagradecida, J. Ya te digo que a momentos me ha gustado, pero el núcleo de la novela no está a la altura del talento demostrado por su autor al comienzo. Me ha resultado un tanto cargante la enumeración genérica de tanto logro estelar: biología, psicología, sociología... sobre la que apenas se dan detalles. Una la compara a los capítulos de Lem dedicados a la "literatura" sobre Solaris y no hay color, por densos que pudieran parecer estos últimos.

Y en cuanto a tu "fachada" pesimista, dudé hasta el último momento en ponerte en evidencia o no, pero al fin y al cabo, no son pocos ni pequeños los que te han precedido en eso del cinismo idealista. Así sin pensar demasiado se me ocurre ahora el Rick Blaine de "Casablanca" y unos cuantos detectives del género negro. Ahí es nada. Así que no te escondas y sigue viniendo por aquí.

Un fuerte abrazo

J. dijo...

¡Yep!, no me interpretes mal, no me molesta que pongas la novela a caer de la mayor de las alturas si no te ha gustado, además justificas tus porqués, de modo que no hay problema; a cada cual le gustan las cosas como le gustan y lo mismo sucede con las que le repelen.

Respecto a lo de que no hay color entre el Lem de Solaris y Simak, por supuesto, eso sí te lo concedo sin ambages.

¿Cómo dices? ¿"cinismo idealista"? No, no, no... creo que me estás volviendo a confundir con el impresentable tipejo que de tanto en tanto se deja caer por aquí con algún que otro mediocre chascarrillo... ese tal, cómo se llama... "Javi", sí eso... "javi"... He visto su foto en su blog narcisista y egomaníaco, y sí, reconozco que así a simple vista puede haber cierto parecido físico... Aunque yo soy más guapo, eso es innegociable, mendiós!

Oscar Pons dijo...

Hola, Ceci.

Sigo habitualmente tus reseñas y suelo coincidir contigo en la mayoría de libros. Sin ir más lejos, mi libro favorito es 'El guardián entre el centeno'. También me he dado cuenta de que tus gustos están centrados sobre todo en el mainstream, o narrativa en general, y que no lees, o al menos no reseñas, mucha literatura de género. Parece que aprecias más una historia bien narrada, como todo hijo de vecino, pero pienso que no deberías dejar de lado un género con el de la ciencia ficción.

Se puede compatibilizar todo, los libros teóricamente "normales" y la narrativa fantástica. El mainstream puede estar muy bien escrito y demás, pero puede estar falto de una gran idea. Muchas veces, en la ciencia ficción encuentro ambas cosas, una historia original narrada de manera deslumbrante. Sin ir más lejos, acabo de terminar 'El desfiladero de la absolución', de Alastair Reynolds, una novela de más de 600 páginas que me ha estusiasmado.

Esto no quiere ser una crítica, más bien un pequeño apoyo a un género menospreciado, y sin apenas publicidada en los medios, que se mantiene por fieles lectores.

Saludos,
Oscar.

CEci dijo...

Óscar, muchas gracias por las visitas y por tu comentario. Lo cierto es que no tengo nada contra la ciencia ficción y la literatura fantástica. Aunque no la frecuente demasiado, sí he leído encantada a Tolkien, a C.S.Lewis, a John Crowley -del que tengo en espera "El verano del pequeño Saint John"-, Ballard y Lem, por ejemplo.
Lo que no me convence demasiado es la etiqueta de "literatura de género"; al menos, cuando se usa para excusar la calidad del título. Lo que quiero decir es que sí, me gustan las buenas historias independientemente de que sean novelas negras, de aventura, de sátira académica o de ciencia ficción. Y por eso tomo nota del título que me dices de Alastair Reynolds.
Lo dicho, Óscar, encantada. Muchas gracias por leerme y por el comentario.
¡Saludos!