“Cuando los historiadores de la frontera teorizan sobre los personajes sin raíces, sin ley, sin peculio y socialmente aislados que fundaron el Oeste, no hablan de personas como mi abuela. Las mujeres como ella tuvieron que renunciar a todo lo que se amaba o se le tenía cariño; y cuanto más renunciaban, más se lo llevaban sin remedio con ellas. Era un proceso como el de la ionización: lo que se sustraía de un polo se añadía al otro. Para esa clase de pioneros, el Oeste no era un nuevo territorio que se estaba creando, sino uno antiguo que se reproducía; en ese sentido, nuestras pioneras siempre fueron más realistas que nuestros pioneros. Nuestros contemporáneos, con su escaso bagaje del tipo de cosas que Shelly llamaba “meramente culturales”, que ni siquiera viven con aire tradicional, sino que respiran en sus escafrandas espaciales una mezcla científica de gases sintéticos (y además contaminados) son los auténticos pioneros. Sus circuitos no parecen incluir ningún sentimiento doméstico atávico, les han practicado una empatiectomía, sus computadores no ronronean con ninguna fantasmal retroalimentación que diga “Hogar, dulce hogar”. ¡Qué maravillosamente libres son! ¡Qué absolutamente plenos!”
Ángulo de reposo
Wallace Stegner
Viene esto a cuento de Ángulo de reposo de Wallace Stegner, en buena medida responsable del estado de abandono en que he tenido este lugar las últimas dos semanas. En ella nos regala Stegner la titánica historia de Susan Burling Ward, tal cual la reconstruye y en parte la imagina su nieto Lyman desde su retiro estival, adonde se ha apartado con su cuerpo dolorido y maltrecho. No le interesa a nuestro cronista, sin embargo, elaborar una biografía exhaustiva, sino explorar tan sólo aquello que se refiere al encuentro de Susan Burling, mujer cultivada del Este, ilustradora de prestigio y narradora de renombre, con Oliver Ward, honrado, sosegado, orgulloso, ingeniero, topógrafo y, ante todo, un hombre del Oeste. El historiador y el nieto se combinan en Lyman Ward para investigar, reconstruir y, sí, también juzgar cual “Némesis en silla de ruedas” el comportamiento y los motivos de la abuela Ward en ese matrimonio desigual determinado por el sentimiento de superioridad de una respecto al otro:
“Admiro históricamente a Susan Burling, y cuando era una señora ya anciana la quise mucho. Pero me gustaría haber podido cogerla de la oreja y llevármela aparte y decirle unas cuantas cosas. Como Némesis en una silla de ruedas, y conociendo el futuro, podría haberle dicho que para una novia es peligroso creer que debe pedir disculpas por su marido.”
Ibidem
Pero seamos justos con la abuela Burling, la gran heroína de la novela de Stegner, cuyo cierto esnobismo no le impidió renunciar a todo lo que tenía en pos de un sueño que no era el suyo y que los inevitables golpes de la vida difirieron una y otra vez condenándola a una eterna vida preparatoria e interina:
“Tendrían que pasar tantos años hasta que se convirtiera en algo bonito o civilizado, tanto que la mayor parte de sus vidas tendrían que pasarla con los duros preparativos de vivir [...] En mis series de la vida en el Lejano Oeste incluiré estos preparativos del futuro, porque de eso trata la vida en el Lejano Oeste.”
Ibidem
Nostalgia del pasado y esperanza en el futuro fueron las notas de la vida de esta mujer que sólo de anciana consiguió alcanzar ese ansiado -o no, según se mire- ángulo de reposo, ese punto en el que los guijarros y la arena dejan de moverse, en que las líneas se apoyan y forman un falso arco que, si no la paz, concede una cierta tregua.
Ángulo de reposo obtuvo el Premio Pulitzer en 1972 y no me cuesta imaginar por qué. Se trata de una excelente novela, conmovedora, poderosa y con ambición en la que lo particular, los destinos de Susan Burling y Oliver Ward, se combina con lo general, la forja de ese gran sueño llamado América, en otro tiempo soñada tierra de las oportunidades; toda una novela histórica, vaya, que Vds. harían bien en leer.
6 comentarios:
En cierto modo parece que una vez cartografiado el mundo las épocas de los grandes viajes hayan tocado a su fin, o bien que los grandes viajes hoy, se han visto reducidos a los de carácter interior -véase Ballard-, entre ellos, por supuesto, todos aquellos a los que te conduce la lectura de los buenos libros.
Estancados como estamos en la carrera espacial -entre otras carreras enquistadas-, parece que ninguno de los que hoy vivimos hemos de ser testigos de un nuevo período de Descubrimientos, esta vez en el Espacio Exterior, de modo que habrá que volverse sobre las propias entrañas, toda vez que el centro de la Tierra, al contrario de lo que postularon Verne y Rice Burroughs, entre otros, no es una oquedad que dé para mucha aventura.
Lo más probable es que de aquí a unos siglos, si es que la Humanidad alarga tanto -francamente lo dudo-, el siglo que hoy vivimos sea contemplado como una nueva y oscura Edad Media. El siglo del marasmo a hipervelocidad.
Saludos!
Cierto, Javi. Poco lugar queda ya para las aventuras románticas de Shackleton, Livingstone & Stanley o hasta Aldrin y Armstrong. Y en consecuencia, poco lugar queda para ficciones como las de Verne, aunque el por aquí tan mentado pacto de ficción venga a aliviar en parte este problema.
Un abrazo y nos leemos en breve.
Hola: empecé a leer este precioso libro la noche del 31 de diciembre de 2010... porque es el que mi nujer (empedernida lectora) estaba leyendo la fatídica madrugada del 18 de junio de 2010 cuando le sobrevino un ictus que más tarde y en breve tiempo (hasta el dia 3 de octubre) me dejó sin su presencia. A los 54 años y con tanta energia, proyectos y buena salud hasta ese preciso momento: el cancer... la lepra de hoy. Sí es nuestra Edad Media. Yo ahora intento vivir a ritmo más lento aunque es dificil en esta sociedad. Incluso la maravillosa partitura de K.orff se acelera.
Volveré a esta blog. Esoy de duelo pero no patológico: porque la querre siempre y con serenidad. Gracias por el blog. Me ha hecho bien y tambien ser consciente cada vez más de que solo la belleza, el arte y el trabajo bien hecho merece la pena en este, nuestro trasiego tan futil. Encarna
La casualidad, y la fatalidad, me temo, en tu caso, ha hecho que el día 31 de enero nos sorprendiera a las dos leyendo al maravilloso Wallace Stegner. Después de "Ángulo de reposo", si no lo has hecho ya, lee "En lugar seguro", obra maestra y de efectos catárticos.
Como tú, también yo creo que el arte es capaz de dar sentido a una vida. Y si no, al menos, de hacerla mucho más soportable, como decía el bueno de Kurt Vonnegut.
Ánimo y un abrazo
Un tanto descolgado en mi comentario. Esta semana he leido El pájaro espectador, me ha gustado tanto... He descubierto a Stegner. Gracias y un saludo
Gracias a ti, Manuel. Y además tienes aún por descubrir, creo, la que en mi opinión es su mejor obra de las que lleva traducidas el Asteroide: "En lugar seguro". No te la pierdas.
Otro saludo para ti
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