Todavía recuerdo a la perfección mi primer examen como estudiante de Filología Clásica. Fue una prueba oral de lectura de la Ilíada y la Odisea de Homero y la Teogonía y los Trabajos y días de Hesíodo. Cada uno de nosotros debía demostrar que había leído y asimilado estos textos en una conversación individual con la todavía hoy temida profesora de griego, que tan pronto preguntaba por algún detalle concreto -inevitable en las pruebas de lectura- como por cuestiones más personales de opinión o interpretación. Pasé la prueba sin problemas hablando sobre la Dolonía, los personajes femeninos de la Ilíada, su perspectiva, los funerales de Patroclo, la terrible muerte de Héctor, los peligros arrostrados por Odiseo, la emasculación de Urano o la misoginia de Hesíodo. Dos veces, sin embargo, me encontré en ligeros problemas. En primer lugar, fui incapaz de decir con qué tentaban las sirenas a Odiseo. Por si se encuentran alguna vez en una coyuntura parecida, la respuesta correcta es que las sirenas le ofrecieron al héroe el conocimiento de todas las cosas del mundo. Y después se me ocurrió decir que la Ilíada al mismo tiempo que majestuosa y solemne, inmensa y sublime, era también inocente. Ella no estuvo del todo de acuerdo; sobre todo, creo, porque lo interpretó como algo negativo. Nada más lejos de mi intención.
Saben Vds. que la literatura griega -entiéndase "literatura" en sentido relajado, por favor- nace con los poemas homéricos, que son resultado de siglos y siglos de tradición oral y popular, a la que Homero -o quienquiera o quienesquiera que fuese; no vamos a entrar aquí en tan peliaguda cuestión- dio forma para obtener la Ilíada y la Odisea. La génesis determina necesariamente el contenido. Así como las Argonáuticas de Apolonio de Rodas o la Eneida de Virgilio son "épica de escritorio" -y en parte se resienten de ello-, los poemas homéricos, como el Cantar de Roldán o nuestro Cantar del Mío Cid, son producto de una tradición popular y, como tales, más frescos e inocentes, menos sofisticados. Y esto se aprecia mucho mejor en la Ilíada que en la Odisea, quizá porque se sirve de materiales más remotos en el tiempo. Lo que ahora y entonces quise decir -aunque no tuviera mucho éxito- es que la inocencia de la Ilíada no le resta grandeza, sino que contribuye a ella.
¿A qué todo esto? Pues a que he dedicado estos días a la lectura del Mahabhārata contado por una niña. La niña es Samhita Arni y con sólo 12 años fue capaz de escribir e ilustrar una maravillosa versión del poema épico más extenso de la literatura universal, el Mahabhārata, que, vaya por delante, no he leído, aunque debería hacerlo. Como la Ilíada, el Mahabhārata resulta de la suma de materiales de épocas y procedencias diversas y relata una guerra remota. Si la Ilíada trata de la cólera de Aquiles acontecida en el décimo año de la Guerra de Troya, el Mahabhārata está dedicado a la guerra que enfrentó a los Pándava y los malvados Káurava por el control de un reino al Norte de la India. Si el héroe por excelencia de la Ilíada es Aquiles, el del Mahabhārata es Árjuna y si los dioses del Olimpo hicieron y deshicieron a su antojo a favor o en contra de Ilión, también el aparato divino interviene en la trama del Mahabhārata. No en vano, Krishna, el auriga y mejor amigo de Árjuna, es una encarnación humana del dios Vishnu y los héroes enfrentados en combates individuales se lanzan astras o armas obtenidas de este o aquel dios. Los parecidos con la Ilíada son muchos: la solidez de los héroes, su obcecación, su rotundidad, su violencia y brutalidad -y me refiero tanto a los héroes héroes como a los héroes villanos-... y su inocencia. En esta versión del Mahabhārata he vuelto a disfrutar de la inocencia e ingenuidad de la épica. No sé si tal ingenuidad es propia de la versión original que, según la tradición, le dictó Vyasa al dios elefante Ganesha o se debe al filtro de una niña de doce años. De momento, me da igual. Lo que me importa es que estos días lo he pasado tan bien como cuando hace ya once años descubrí a Homero por primera vez. O casi.
4 comentarios:
No he leido el "El Mahabharata" pero sí vi hace unos años en la televisión la adaptación que hizo el autor y director teatral y cinematográfico Peter Brook. Era una filmación de lo que bien podía ser una representación teatral pero con el lenguaje del cine. Fascinante. No sé si se podrá conseguir en algún lado, pero te la recomiendo, Ceci.
Las palabras de C.S. Lewis que están un poco más abajo ls suscribo totalmente.
Un abrazo.
La editora de esta versión menciona la influencia que esa versión que comentas de Peter Brook tuvo en la niña Samhita Arni. Echaré un vistazo por ahí a ver si la puedo localizar. Y normal que no hayas leído el "Mahabharata"; es unas siete veces la Ilíada y la Odisea juntas.
En cuanto a C. S. Lewis, en mi opinión en lugar de CAP, master pedagógico o demás pamplinas debería recomendarse a todo futuro profesor a leer alguno de sus artículos sobre educación.
Un abrazo para ti también
Que recuerde, la mirada de Brook sobre "El Mahabharata" no era nada inocente. Me intriga como una niña de 12 años la recreó.
He aprovechado para buscar en Emule y hay una posibilidad de bajar de la red "El Mahabharata" con subtítulos en español. Está dividida en tres partes. Además hay otras adaptaciones de Brook: su famoso "Marat Sade", y versiones, por ejemplo, de "El señor de las moscas" y "La ópera del mendigo", ámbas las he visto hace ya bastante tiempo y me apetece mucho revisitarlas, incluso hay una adaptación de "Moderato Cantabile", de Marguerite Duras que me interesa ver para comprobar que hizo el autor alemán con el texto de la autora francesa. Tu entrada Ceci, me ha llevado a descubrir unas joyas.
Aunque no sé si viene al caso, creo que esa mirada inocente o ingenua que comentas de tu primer examen como estudiante de Filología Clásica y la de Samhita Arni es muy necesaria. Hoy en día, a pesar de los años transcurridos y de las lecturas que llevo a mis espaldas, cada vez que abro un libro, procuro de alguna forma conservarla. Reivindicarla en la memoria.
Tomo nota, Lentitud. Gracias por la información. Yo también he estado echando un vistazo a montajes de Peter Brook en un libro suyo sobre escenografías que hace un tiempo le regalé a mi padre, un apasionado del teatro.
La inocencia de la versión de Samhita Arni es una impresión personal en la que insisto. Ella define el Mahabharata como "malvado" y por eso lo prefiere al Ramayana. Pero pese a su "perversidad" los actos y maneras de los héroes son muchas veces absolutos, blancos o negros, y por ello inocentes; y también sus motivos. Y eso me parece una cualidad típica de la épica.
Y sí, yo también creo que todos aspiramos a recuperar la inocencia de nuestras primeras lecturas. Constantino Bértolo criticará la que él llama lectura adolescente pero a mí me parece una de las que más satisfacciones da -suponiendo que se pueda distinguir bien entre una u otra, claro-.
Un abrazo, Lentitud
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