domingo, 18 de junio de 2017

CONNERLAND (LAURA FERNÁNDEZ)



Es esta una novela improbable, no porque su protagonista sea un fantasma de pelo húmedo y toalla de microdelfines, electrocutado de forma absurda con un secador de pelo y enviado de vuelta desde “ahí arriba” para saldar alguna que otra cuenta pendiente con la única ayuda de una azafata que aborrece su -de ella- forma de vida. Conste que he dicho improbable, no inverosímil. Y es improbable porque Connerland, una delirante y divertidísima historia cuyo punto de partida es común al de Ghost (Jerry Zucker, 1990) -Laura Fernández dixit-, es también un homenaje a la ciencia ficción -tan injustamente menospreciada por el establishment-, a las revistas pulp, al malditismo literario y a ese icono y maestro de la contracultura que fue Kurt Vonnegut; es la crítica a la veleidad de la fama; es la actualización de una poética de la evasión; y es, por encima de todo, un monumento a un grupo de personajes tarados e imperfectos -como lo somos todos- que sobreviven en soledad a la crueldad y banalidad del mundo. ¿En soledad? No del todo, pues todos -o casi- comparten la devoción por el protagonista, Voss Van Conner, autor al que el éxito le ha sido esquivo hasta el momento de su electrocución con el ya citado secador. La literatura es evasión, sí, y consuelo. Reconforta también el cariño con el que la autora trata a sus pintorescos personajes, el mismo que el de su explícito modelo, el gran Vonnegut, a cuyo mundo remiten la dedicatoria y cita inicial y el título de un capítulo (God bless you, Mr. Water). La casi lisérgica trama de Connerland no responde en última instancia a un plan redondo de los trafalmadorianos ni encuentra su sentido considerada desde una perspectiva geológica como tantas de las de aquel, pero si son ustedes pacientes y llegan hasta el final de esta alocada aventura, encontrarán respuesta a muchas de sus preguntas; no en el viento, sino en el cuarto de baño en el que empezó todo.
Lean, lean y, como arenga Van Conner, ¡hagan el ganso!


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