“Mi padre dice que, cada
vez que recordamos algo, en realidad estamos recordando la última vez que lo
recordamos. No volvemos al momento en el que lo vivimos, sino a aquel otro que
ya era una recreación. Recordamos aquello que inventamos o nos hicieron
inventar.”
Todo lo que una tarde murió con las bicicletas
Llucia Ramis
No es nada fácil
construir una buena novela de corte autobiográfico. Se empieza hablando de los
veranos de la infancia con sus baños en la playa, travesuras con los primos,
paseos en bicicleta, historias de amores forjados en tiempos de la guerra,
etc., etc., etc. y se acaba componiendo un relato manido, excesivamente lírico,
estomagante incluso, capaz de provocar un coma diabético al lector. Sin
embargo, Llucia Ramis lo consigue con Todo
lo que una tarde murió con las bicicletas, una estupenda novela de título
sugerente cuya estructura evoca los caprichos de la memoria y en la que sale
indemne e impune de cualquier acusación de exceso de glucosa. Lo consigue con
sinceridad y, cómo no, ironía y humor, ingredientes que no obstan para que
además sea ésta una historia sentida y hermosa sobre la vuelta a casa stricto latoque sensu.
No se la pierdan. Lean,
lean, a ser posible, en verano.