miércoles, 4 de noviembre de 2009

CUATRO HERMANAS (JETTA CARLETON)

"Reflexionó acerca de la futilidad de la vida: sembrar y cosechar estación tras estación, en un ritmo constante en el que la abundancia y la escasez se sucedían, y todo a un nivel elemental, mientras que lejos, en alguna parte, sucedían cosas sin que uno pudiera enterarse de ellas. Peor aún: era imposible saber qué había sucedido ya. Corrían rumores de mundos antiguos y nuevos planetas, de viajes y guerras; pero allí en el campo, pasando la grada hecha de leños del seto, no había manera de enterarse de aquellos rumores."

Cuatro hermanas

Jetta Carleton

De historias rurales y familiares formadas a partir de la superposición de pequeñas piezas o retales de recuerdo, como si de una colcha se tratara, están llenas la Historia del Cine y de la Literatura. Si el tiempo real de la narración se sitúa en verano los ejemplos no menguan lo más mínimo; hasta crecen. Y lo mismo cabe decir del hecho de que las protagonistas de tales historias sean mujeres con relativa frecuencia. El esquema es casi siempre el mismo: joven adulto regresa por motivos diversos al hogar donde tan felices vacaciones estivales pasó en su infancia y le regala al lector una más o menos edulcorada, más o menos naïf, más o menos cribada y aderezada por la acción de la nostalgia, colección de estampas familiares de entonces que contrasta con la inevitablemente peor realidad del ahora. Nada tiene de nuevo, pues, la estructura de Cuatro hermanas de Jetta Carleton (Libros del Asteroide, 2009).

Sin embargo, la historia de los Soames, el abnegado maestro de escuela Matthew, su mujer Callie y sus cuatro hijas, conmueve. Me muevo aquí en terreno resbaladizo. Ya cité en su día a propósito de En lugar seguro de Wallace Stegner aquellas palabras del maestro James que decían algo así como que si tienes que tomar notas sobre cómo o por qué te ha impresionado algo, lo más seguro es que no te haya impresionado tanto. Cierto es. Me atreveré, no obstante, a lanzar una hipótesis sobre los méritos que hacen que esta novela te agarre para no soltarte y que su editor original, Robert Gottlieb de Knopf diga de ella:

"De los cientos de novelas que ha editado, Cuatro hermanas es realmente la única que he releído en varias ocasiones desde su publicación y, cada vez que la leo, me emociono tanto como la primera vez",

tal como reza en su contraportada.

Allí donde tantas otras historias de este pelaje pintan una acuarela en tonos pastel y caen en el sentimentalismo, más o menos digno y muy eficaz pero sentimentalismo al fin y al cabo, Jetta Carleton se resiste al empuje de ese potentísimo motor narrativo que es la nostalgia y al tiempo que nos encandila con episodios marcados por el amor, la amistad, la piedad, la generosidad y el altruismo, nos sacude con otros en que la vida -y la muerte- revelan su lado más fiero, cruel, estúpido, injusto e ingrato. Ignorancia, contumacia, egoísmo e intolerancia tienen también su lugar, y no pequeño, por cierto, en esta historia sobre cuatro hermanas, sus padres y algún que otro familiar y amigo, cuyos contrastes y claroscuros los hacen de carne y hueso y que por las maravillosas, extraordinarias sorpresas que nos deparan hasta el final, son más que merecedores de la veneración debida a los mejores "cuerpos de papel", que dice el poeta.

Así que, por supuesto, lean.

3 comentarios:

Lentitud dijo...

Es admirable la sencillez con la que Jetta Carleton narra lo que narra. Sin necesidad de subrayado alguno y sin perder un ápice de fuerza evocativa. Hay momentos que van perdurar en mi memoria de lector. Por ejemplo, aquel en el que la familia contempla como las damas de noche se abren una tras otra. ¡Hasta veinticuatro! Imposible de olvidar.

Un abrazo, Ceci.

CEci dijo...

Totalmente de acuerdo, Lentitud. O la alegría y la felicidad que transmiten en esas noches de bochorno de colchones en el porche y risas entre hermanas.
Un abrazo, caballero

Isabel dijo...

Tengo pendiente la lectura de esta obra de Jetta Carleton, ya te contaré cuando lo haga.

Un beso

Isabelnotebook