WESTMORELAND.- ¡Oh, si tuviéramos aquí siquiera diez mil ingleses como estos, de los que hoy permanecen inactivos en Inglaterra!
REY ENRIQUE.- ¿Quién expresa ese deseo? ¿Mi primo Westmoreland? No, mi simpático primo; si estamos destinados a morir, nuestro país no tiene necesidad de perder más hombres de los que somos; y si deseamos vivir, cuantos menos seamos, más grande será para cada uno la parte de honor. ¡Voluntad de Dios! No desees un hombre más, te lo ruego. ¡Por Júpiter! No soy avaro de oro y me inquieta poco que se viva a mis expensas; siento poco que otros usen mis vestuarios; estas cosas externas no se cuentan entre mis anhelos; pero si codiciar el honor es un pecado, soy el alma más pecadora que existe. No, a fe, primo mío, no deseéis un hombre más de Inglaterra. ¡Paz de Dios! No querría, por la mejor de las esperanzas, exponerme a perder un honor tan grande que un hombre más podría quizá compartir conmigo. ¡Oh, no ansíes un hombre más! Proclama antes, a través de mi ejército, Westmoreland, que puede retirarse el que no vaya con corazón a esta lucha; se le dará su pasaporte y se pondrán en su bolsa unos escudos para el viaje; no querríamos morir en compañía de un hombre que temiera morir como compañero nuestro. Este día es el de la fiesta de San Crispín; el que sobreviva a este día volverá sano y salvo a sus lares, se izará sobre las puntas de los pies cuando se mencione esta fecha, y se crecerá por encima de sí mismo ante el nombre de San Crispín. El que sobreviva a este día y llegue a la vejez, cada año, en la víspera de esta fiesta, invitará a sus amigos y les dirá: "Mañana es San Crispín." Entonces se subirá las mangas, y al mostrar sus cicatrices, dirá: "He recibido estas heridas el día de San Crispín." Los ancianos olvidan; empero el que lo haya olvidado todo, se acordará todavía con satisfacción de las proezas que llevó a cabo en aquel día. Y entonces nuestros nombres serán tan familiares en sus bocas como los nombres de sus parientes: el rey Harry, Bedford, Exeter, Warwick y Talbot, Salisbury y Gloucester serán resucitados por su recuerdo viviente y saludable con copas rebosantes. Esta historia la enseñará el buen hombre a su hijo, y desde este día hasta el fin del mundo la fiesta de San Crispín y Crispiniano nunca llegará sin que a ella vaya asociado nuestro recuerdo, el recuerdo de nuestro pequeño ejército, de nuestro feliz pequeño ejército, de nuestro bando de hermanos; porque el que vierte hoy su sangre conmigo será mi hermano; por muy vil que sea, esta jornada ennoblecerá su condición, y los caballeros que permanecen ahora en el lecho en Inglaterra se considerarán como malditos por no haberse hallado aquí, y tendrán su nobleza en bajo precio cuando escuchen hablar a uno de los que han combatido con nosotros el día de San Crispín."
Enrique V
William Shakespeare
miércoles, 23 de septiembre de 2009
EL DÍA DE SAN CRISPÍN
viernes, 11 de septiembre de 2009
THE GROVES OF ACADEME (MARY MCCARTHY)
El héroe de la que aquí nos ocupa no es otro que Henry Mulcahy, un profesor de literatura inglesa que no termina de encajar del todo en el progresista college de Jocelyn y que en pleno delirio McCarthysta acaba de recibir la noticia de que su contrato no será renovado. Lo que sigue, por supuesto, es la cruzada emprendida por "Hen" para demostrar la injusticia contra él cometida. Alumnos y profesores se unen a él en un más que heterogéneo "maquis" -llamémoslo así- donde, como suele suceder, los motivos no siempre son nobles y los revolucionarios no siempre son héroes. Es más, ¿de verdad es "Hen" digno del sacrificio de sus compañeros? Ver veremos. El tiempo, como se suele decir, pone a cada uno en su sitio y las cosas casi nunca son lo que parecen a primera vista. O sí.
Pese a lo prometedor de la materia prima, sin embargo, The groves of Academe, que por cierto toma su título del verso de Horacio atque inter silvas academi quaerere verum ("y buscar la verdad entre los bosques de Academo"), no termina de despegar. Es cierto que yo llevo un par de semanas sin estar del todo a lo que celebro. Como "Hen", también yo me estoy jugando un contrato. Y es cierto también que el inglés de McCarthy se me ha atragantado en esta ocasión un tanto. Pero no lo es menos, o eso creo, que The groves of Academe no acaba de consolidarse como comedia ni como sátira; que en el ecuador de la novela McCarthy parece perder interés en la figura del héroe, precisamente cuando ya lo ha convertido en antihéroe y más interesante pasaba a ser, y lo abandona en favor de otros miembros del claustro; y que lo que debería ser una novela divertida termina por resultar un tanto pesada y repetitiva.