domingo, 5 de abril de 2009

LOS SECRETOS DE OXFORD (DOROTHY L. SAYERS)

“Porque, por realista que sea el escenario, el único país, la única tierra natal del novelista es la “Ciudad de las Nubes y los Cucos”, donde todo lo que hacen es bromear y enredar, sin ánimo de ofender.”

“Prólogo”

Los secretos de Oxford,

Dorothy L. Sayers

Sin duda, habrán oído Vds. en alguna que otra ocasión aquello de “mujer que sabe latín ni encuentra marido ni tiene buen fin”. Pues bien, este zafio ripio que yo escuché por vez primera hace unos cinco años, en mi último curso como estudiante de Filología Clásica, es un resabio, un resto de una época ya pasada y casi olvidada, para mal y para bien. “Para mal”, porque en este refrán el latín comparece como símbolo de cultura, de Saber con mayúsculas, y hace ya mucho tiempo que latines y griegos sobreviven mal que bien tan sólo en los campus de Humanidades y bajo la continua amenaza de la definitiva extinción. Por cierto que esta amenaza se cierne ahora sobre los estudios clásicos más que nunca, pues Bolonia mediante -o la interpretación interesada que por aquí se ha hecho de dicho Plan- ya no parece haber lugar en la Universidad Pública para las causas perdidas -léase investigación básica, por favor- que menciona Dorothy L. Sayers:

“Se dice que Oxford es la morada de las causas perdidas; si el amor al saber por el saber mismo es una causa perdida en el resto del mundo, encarguémonos de que, al menos, encuentre aquí su hogar permanente.”

(Ibidem)

Y, aunque no lo crean, esta extinción tendrá consecuencias. Por lo pronto y como mínimo, habrá cada vez menos lectores capaces de apreciar los errores que presentan Los secretos de Oxford, recientemente editados por Lumen (filial de la gigantesca Random House Mondadori, para más señas): Juniories por Juniores (p. 30), neo (por nec) saevior ulla pestis (p. 564) o, la peor de todas, o]n cai; mh; uo] por o]n kai; mh; o]n (p. 88). Una vez más, ¿qué ha sido de los correctores de las editoriales?

“Para bien”, porque hace ya décadas que la mujer se incorporó al mundo académico y se desenvuelve en él con normalidad sin que ello implique necesariamente la renuncia a la vida familiar, aunque aún haya un buen trecho que recorrer en este aspecto. Y para muestra, este botón

En la novela que aquí me trae hoy, en cambio, los protagonistas -Harriet Vane y Lord Peter Wimsey- se hacen y rechazan proposiciones de matrimonio en latín, y el gamberro y cada vez más peligroso Poltergeist que siembra la confusión en el ficticio college femenino de Shrewsbury (Oxford) es capaz de citar la Eneida de Virgilio. Y, por otro lado, dicho Poltergeist no hace sino ahondar en la llaga y denunciar como antinatural la vida de ese grupo de profesoras de Shrewsbury -agrias solteronas, dice dicho Poltergeist y, sin duda, opina lo más rancio y convencional de la sociedad inglesa- que en plena década de los ’30 del siglo pasado dedican sus horas no a cocinar para sus maridos y a limpiar los mocos de sus hijos, sino a estudiar las relaciones del Papado con la Iglesia Anglicana, los entresijos de la prosodia inglesa o las implicaciones éticas de la eugenesia, por ejemplo.

Pues bien, a ese college de ambiente enrarecido llega Harriet Vane, cinco o seis años después de haber escapado al nudo corredizo de la horca gracias a la intervención quasi deus ex machina de su simpar enamorado Lord Peter Wimsey. Y pese a los perturbadores incidentes provocados por el misterioso fantasma, que le han encargado investigar, se encuentra nuestra escritora de novelas de misterio con que los muros de la Universidad y el trabajo intelectual suponen un maravilloso consuelo y cobijo frente a los vaivenes del mundo y, cómo no, del corazón. ¡Vaya que sí!

Los tiempos han cambiado y nosotras nos hemos librado, por fortuna, de la elección entre corazón o cerebro que se impuso durante siglos a las mujeres. Y a pesar de esto, Los secretos de Oxford de Dorothy L. Sayers me han parecido una novela tan elegante, divertida, dotada de ritmo y, en suma, extraordinaria como, sin duda, debió parecerles a sus primeros lectores de 1935.

No se la pierdan.


7 comentarios:

Lentitud dijo...

Me encanta Ceci, me encanta esa maravillosa apasionada entrega que demuestras hacia diversos tipos de lecturas y en concreto la que reseñas aquí.

Leí hace unos meses "Veneno mortal", una delicia. Me apunto en mi inexistente libreta de libros pendientes "Los secretos de Oxford".

Siempre pensé que si a pesar del paso del tiempo, el lector es capaz de seguir disfrutando con una novela de misterio, por ejemplo, como las de Dorothy L. Sayers, después de haber leído, por ejemplo, a un Philip Roth, es que sigue viva su pasión por la literatura.

A pesar de mis añitos, tengo por costumbre subir a lo alto de mi biblioteca para coger y releer alguna aventura de Guillermo Brown. Todavía me hacen reír sus lios y enredos, todavía sonrío y me sorprendo. Y entonces me digo, no todo está perdido.

Que no decaiga.

Un abrazo.

Rubentxo dijo...

ÚLtimamente me la han recomendado varias veces... No puede ser casualidad. Tendré que comprarla y aprovechar la semana santa para leerla con tranquilidad.
Saludos.

CEci dijo...

Muchas gracias, caballero. De entre los títulos de Dorothy L. Sayers publicados por Lumen, me quedo yo también con "Veneno mortal". Y después, a muy muy poquita distancia, irían estos "Secretos de Oxford".
También yo vuelvo a los llamados libros para niños de vez en cuando. Devuelven frescura. No he leído a Richmal Crompton, pero creo que tengo por casa un par de libros suyos de cuando reeditaron a Guillermo hace unos años. Este verano probaré a ver qué tal.
Y... sí, yo sigo en mis trece de que leemos para divertirnos. Y para divertirme lo mismo me vale Philip Roth, Robertson Davies, Dorothy L. Sayers, C. S. Lewis, Roald Dahl...
Que no decaiga, pues.
Un abrazo, Lentitud.

CEci dijo...

Me alegro de verte por aquí, Rubentxo. Dorothy L. Sayers es una autora ideal para contrarrestar el típico gris plomizo y lluvioso de la Semana Santa -al menos por estas tierras-.
¡Que la disfrutes!
Un abrazo

Chuflo dijo...

Cómo va a haber correctores en las grandes, mendiós! si ahí todo lo que hay es logística -mal gestionada además- para verter sobre las librerías miríadas de buenos libros llenos de gazapos o directamente libros que no merecen ni el calificativo de basura.

Voy a por un Almax...

CEci dijo...

Me alegro de verlo por aquí, caballero, y, sobre todo, de verlo tan cáustico y certero como siempre. Mucho me temo que tiene Vd. razón.
Un abrazo

Chuflo dijo...

Estoy pero como si no anduviere; hasta que no pase el condenado 23 de abril soy poco más que un alma en pena que no sabe ya no dónde meter tanto libro, mendiós!