“En el péndulo de la autoexposición, que oscila entre el mailerismo agresivamente exhibicionista y el salingerismo secuestrado, diría que yo ocupo una posición intermedia, tratando en plaza pública de resistirme tanto al cotilleo gratuito como al pavoneo, sin hacer del secreto y la reclusión un fetiche demasiado santo.”
Los hechos: autobiografía de un novelista, Philip Roth
Si lo único que a un lector debe importarle de un novelista es su ficción, como ha repetido hasta la saciedad por medio de Zuckermann, ¿por qué escribir una autobiografía? Roth ha de justificarse, sobre todo ante el propio Zuckermann, su genial “hombre de paja”, a quien condenó a la incomprensión y soledad, al rechazo por parte de los suyos, haciéndole escribir y publicar Carnovsky, para la que en vano reclamó Zuckermann la condición de ficción, de mentira –“que dice la verdad”, pero mentira al fin y al cabo-:
“¿Por qué reclamar ahora la visibilidad biográfica, sobre todo teniendo en cuenta que me educaron en la creencia de que la realidad independiente propia de la ficción es lo único verdaderamente importante, y que los escritores deben permanecer en la sombra?”
(ibidem)
“los recuerdos del pasado no son recuerdos de los hechos, sino recuerdos de tu imaginación de los hechos. Hay algo ingenuo en un novelista como yo cuando habla de presentarse ‘sin disfraz’ y de describir la vida sin la ficción.”
(ibidem)
“Aquí intentas que pase por franqueza lo que a mí más bien me parece la danza de los siete velos: lo que está en la página es como la contraseña de algo que falta.”Pese a todo, Roth se pone manos a la obra y nos entrega unos cuantos episodios de su vida: su infancia en Newark en el seno de un caluroso hogar judío; sus años de universidad; su tormentosa relación con “la chica de sus sueños”; sus desencuentros con la comunidad judía... Y aunque el resultado es un relato cálido y nostálgico, muy agradable de leer, carece de la fuerza de los relatos del otro Roth, el creador de ficciones a las que arroja sin piedad a Zuckermann y en las que hay lugar para lo inadmisible y lo bochornoso, que pueden mostrarse y percibirse en su plenitud. Así se lo dice Zuckermann en el también brillante epílogo:
(ibidem)
“Querido Roth:Así que volvamos al comienzo: ¿por qué ha escrito Philip Roth una autobiografía? Pues para jugar un poco con nosotros, lectores más o menos ingenuos, y demostrar mediante el contraste con el resto de su obra que cuando de decir la verdad se trata, la ficción es mucho más eficaz. Recuperando de nuevo el colofón de Andrés Neumann a su columna en el Babelia, “no hay nada más sincero que un personaje que nos cuenta quiénes somos”. Y si unos cuantos lectores se han formado en el camino una idea equivocada sobre Roth autor, ¿qué más da? Más a su favor. Habrá cumplido su trabajo de creador de ficciones. Habrá engañado a unos cuantos.
Dos veces he leído el manuscrito. Ahí va la franqueza que me pides: no lo publiques; te sale mucho mejor escribir sobre mí que informar ‘escrupulosamente’ sobre tu propia vida.”
(ibidem)
“Claro está que proyectar al mundo unos personajes esencialmente imaginarios de personalidad maníaca, constituye una incitación a que se te malinterprete. Pero el hecho de que algunas personas se equivoquen y no tengan ni idea de quién eres o dejas de ser no me sugiere que tengas que enmendarles la plana. Es exactamente lo contrario: debes considerar un éxito haberlos llevado a esas falsas conclusiones; eso es lo que se supone que debe hacer la ficción.”
(ibidem)