Que Hilary Mantel se
manejaba con maestría en las distancias largas lo sabíamos ya desde hace algún
tiempo, desde que leímos En la corte del lobo y Una reina en el estrado,
primera y segunda entrega respectivamente de la trilogía que, no hay duda, nos
legará el retrato definitivo de Cromwell. Si entonces apreciábamos ya, entre
otras muchas virtudes, el manejo del tempo narrativo y la plasticidad y
precisión de las imágenes, de nuevo volvemos a hacerlo, a propósito, en esta
ocasión, de esta colección de relatos.
Crónica dislocada de
peripecias trilladas, perversas, absurdas o incluso sobrenaturales, nunca
banales, todos los relatos que conforman esta colección tienen momentos brillantes,
ya se trate de la descripción al ralentí de un homicidio involuntario en “El QT
largo”, del desasosegante uso metafórico de los signos de puntuación en “La
coma” o el magnífico diálogo que conforma el relato epónimo entre un aspirante
a asesino y su cómplice ¿involuntaria? Si a ello añadimos una ironía acerada
como pocas, digna émula de Muriel Spark, como ha señalado la crítica, el
resultado es, cómo no, inmejorable y, por supuesto, digno de ser leído. Así que
ya saben, lean, lean.