Leo
en apenas unos días dos títulos protagonizados por niños y, pese a que las más
de las veces la inocencia y candidez propia de la edad alcanza validez casi
universal, ni el tierno infante Nicolas de la nouvelle de Carrère ni las dos crueles e implacables nínfulas de
Bainbridge cumplen con el estereotipo; más bien la invitan a una a replantearse
su profesión.
Una semana en la nieve se inicia como el plácido relato de la
excursión a la nieve de un niño sobreprotegido. No parece que el conflicto
motor vaya a ir más allá de ciertos problemas de integración, una bolsa olvidada
en un maletero o los peligros que comporta que, a sus ocho años, el pequeño
Nicolas siga mojando la cama. Sin embargo, esta nouvelle está todo lo lejos que se puede estar de un lírico relato
de emancipación. Más pronto que tarde Nicolas se revela como un niño temeroso y
atormentado por los miedos y silencios de sus padres y con una capacidad
fabuladora que no se detiene ante reparo alguno. Las inquietantes noticias de
la desaparición de un niño en las cercanías del albergue añaden un toque
morboso y truculento a una historia que, aunque un tanto previsible, golpea en
su parte final de un modo propio al autor de El adversario.
Si
de crueldad infantil tratamos, sin embargo, se llevan la palma las dos amigas
preadolescentes de Lo que dijo Harriet,
protagonistas ambas de una historia de verano que, se adivina desde un
principio, terminará en desastre. El objeto de sus maquinaciones es un vecino
cincuentón, infelizmente casado, que, incauto él -dejemos a un lado sus muy despreciables
tendencias pederastas-, se deja engatusar por las dos amigas, aun reconociendo
la maldad de la Harriet epónima. Como es habitual en ella, Beryl Bainbridge
compone un retrato frío y distante de sus personajes, tan implacable como sus
protagonistas y que, como dijo la crítica de su compatriota Muriel Spark
deleita aterrorizando. No se la pierdan.