Damas y caballeros,
bienvenidos de nuevo al show de Paul Chowder. ¿Recuerdan a aquel poeta
entrañable que hace unos años intentaba a un tiempo escribir el prólogo de una
antología significativamente intitulada Only
Rhyme, superar el bloqueo creativo, recuperar a su exnovia Roz y dejar de
golpearse una y otra vez su mano derecha? Está de vuelta, de la mano, cómo no,
de Nicholson Baker, de cuyo optimismo y buen hacer hablamos por aquí hace tan
solo un par de semanas.
Han pasado los años, Only Rhyme sigue siendo texto de
referencia en los primeros cursos de unas cuantas universidades anónimas, Roz
se ha emparejado con un ambicioso periodista dedicado a poner en jaque ciertas
prácticas abusivas de la medicina tradicional y nuestro querido Paul ha sustituido
la poesía por la composición digital. Hay mil maneras, afirma, de decir “hola”
pero solo una de imprimirla sobre el papel. Todo lo demás es inferencia y
proyección de parte del lector. La música, en cambio, ofrece más posibilidades
de emitir la propia voz, de modo que ha llenado hasta los topes su ya célebre granero
de teclados, altavoces, micrófonos...
No se lleven a engaño.
Paul Chowder sigue siendo el mismo y mientras lucha en vano por componer una
canción de amor para Roz y lee aburridos manuales de sintetizadores, habla,
habla y habla sin parar, como el charlatán que es, sobre Debussy, Stravinsky,
las reuniones cuáqueras, las gallinas de su vecina, el recién descubierto mundo
de los puros habanos, los drones, la timidez política de Obama o la belleza de
los aspersores de su jardín.
El afán de
caracterización, eso sí, se vuelve esta vez manierismo y a mitad de camino,
justo cuando Travelling Sprinkler se hace
autorreferencial y se convierte en el libro que el propio Paul intenta escribir
sobre cómo escribir canciones, Nicholson Baker se tambalea un poco y corre el
riesgo de que su protagonista nos resulte cargante. Por suerte, Paul Chowder es
tan entrañable y encantador, que consigue salir airoso -y hasta triunfante- del
envite.
Desde aquí, por
supuesto, solo podemos invitarles a conocer a este maravilloso gárrulo. Lean,
lean... pero empiecen por aquí.