Me está costando un mundo últimamente mantener actualizado este lugar. El trabajo, los compromisos de la vida rural –que haberlos, haylos-, y algún que otro problemilla de salud propio y ajeno me han dejado con poco tiempo para leer. El poco que he tenido lo he dedicado además a una lectura de encargo de la que tendrán noticia, según creo, en el Qué Leer del próximo mes de mayo, aunque desde ya les digo que Un matrimonio feliz de Rafael Yglesias bien vale el esfuerzo promocional que están haciendo desde Libros del Asteroide.
Entretanto, como no me gusta abandonar esta acogedora esquina más de lo debido, por aquí les dejo la conveniente razón de cosas bien dichas. Que Vds. las disfruten:
“Nuestro maestro, Augusto Desmoines, nos había enseñado que las clases tenían un componente teatral del 80 por ciento. Una clase magistral no debía basarse tanto en la transmisión de la información o conocimiento cuanto en el deslumbramiento del público. [...] Así que el esquema de sus intervenciones no respondía a paradigmas inductivos o deductivos, sino a paradigmas de tensión dramática: planteamiento, nudo y desenlace.”
Un momento de descanso,
Antonio Orejudo
“¿Y qué pasa con Homero? dice la misma experta, da miedo solo de mirarlo. ¿Cuántos chistes, cuántas pullas y guiños habrán sido convertidos en grandilocuentes y elevadas frases? Parece ser que el orden natural del mundo es el de ir perdiendo la vista y el oído para aquello que ya se fue. Pero eso no quiere decir que tengamos que resignarnos.”
Lecturas no obligatorias,
Wislawa Szymborska
Así que... ya saben. Apliquen la gran tríada aristotélica de planteamiento, nudo y desenlace a sus conversaciones cotidianas y, por favor, no se resignen y sigan a la búsqueda del humor.