"Conocí" a John Banville hace ya unos cuantos años merced a La carta de Newton, en la que se apuntaban ya algunas de las constantes de su obra posterior: lo borroso de los trazos que conforman la identidad, la culpa, la frialdad y calma de su prosa, su precisa y a un tiempo exótica adjetivación, la plasticidad de sus imágenes... Banville tiene talento, no hay duda. Y, sin embargo, no acabo de encontrarme cómoda con él. No lo conseguí con la citada La carta de Newton ni con las posteriores Imposturas o El mar. Supongo que me muevo con más soltura entre prosas más austeras, que llamen menos la atención sobre sí mismas; precisamente como es, al menos en un principio, la prosa de El lémur, rubricada -como El secreto de Christine y El otro nombre de Laura- con el heterónimo de Benjamin Black.
Nunca he entendido demasiado bien la etiqueta de "novela de género". Comprendo que dentro del género novela hay subgéneros con convenciones propias -novela histórica, novela negra, novela de detectives, novela rosa...- pero no creo que porque una novela se adscriba a uno de estos subgéneros debamos esperar menos de ella. "Novela de género" no debería significar necesariamente novela inferior, vamos. Digo yo.
El lémur de Banville-Black es una novela negra de principio a fin, con su protagonista cínico-idealista dado a desayunarse con un Gin-tonic, su lío extramarital y su vértigo existencial de rigor. Contratado por la apabullante cifra de un millón de dólares para escribir la biografía autorizada de su temible suegro, nuestro héroe, John Glass, se ve implicado sin saber muy bien cómo en un inquietante asesinato. Aunque quizá no sea tan inocente como pretende. Al fin y al cabo, ¿qué se puede esperar cuando uno ha accedido a ser el cronista oficial de un antiguo agente de la CÍA y gran magnate de la comunicación? Dinero y poder siempre han conformado un cóctel explosivo, aún más, si, como es de rigor en toda novela negra que se precie, se añade además una ración de amores malditos.
El lémur es, como digo, una novela negra de principio a fin, menos ambiciosa que otras novelas de Banville y probablemente más ágil, aunque según se aproxima el final, Black es menos Black y se vuelve más Banville.
Y además, que no "pero", El lémur es una buena novela.