Como bien sabe la mayoría de
ustedes, me gano la vida -¡y encantada de ello!-como profesora de Latín, Griego
y Cultura Clásica. En las dos primeras, materias de Bachillerato, se
privilegian los contenidos lingüísticos, mientras que la Cultura Clásica,
optativa de la ESO, se ocupa de la geografía, historia, organización política y
social, religión, mitología, arte y literatura del mundo clásico y su
pervivencia en Occidente. Ahí es nada. Tan ambiciosa e inabarcable resulta, de
hecho, esta última, que hace ya tiempo que me desentiendo un tanto de las
exigencias de la programación y picoteo aquí y allá, prestando siempre especial
atención al acervo mítico y a la literatura. Por otro lado, la perspectiva que adopto
como punto de partida, solo como punto de partida, es la de la omnipresencia
del mundo clásico en la cultura popular contemporánea, especialmente en la
ficción televisiva. Pueden hacerse una idea de todo esto en esta otra esquina.
Siendo esto así, comprenderán que los libros de texto al uso no se ajustan casi
nunca a mis necesidades. Si tuviera que elegir un libro de referencia no sería,
de hecho, ninguno de los publicados por las editoriales al uso, sino el
recentísimo Alguien habló de nosotros
de Irene Vallejo, publicado por los amigos de Contraseña, cuyo catálogo es una
muestra de buen gusto literario.
Alguien
habló de nosotros, que Irene Vallejo dedica con generosidad a los
profesores de humanidades que en el mundo somos, recopila los textos que la
autora publica con regularidad en el Heraldo
de Aragón -y también en su muro de Facebook-. Todos ellos, sin excepción,
son piezas concisas y brillantes en las que, con pasmosa y aparente facilidad,
pasa de lo general a lo particular y de la Antigüedad grecolatina al mundo
contemporáneo, demostrando que los clásicos griegos y latinos están tan vivos
como siempre. Basta tan solo saber mirar. Y para aprender a mirar es
imprescindible la labor de divulgación de maestras como Irene Vallejo y
asegurar la presencia en nuestros institutos de las materias humanísticas. En
estos tiempos sombríos en que el mercado parece haberse erigido en único punto
de referencia y en que resistimos los envites de un pragmatismo exacerbado y de
pedagogías salvíficas que todo lo fían al cómo y nada al qué -y no existe cómo
sin qué-, reconcilia un tanto con el mundo saber que hay espacio en la prensa
generalista y en el mundo editorial para una autora como Irene Vallejo, capaz
de leer y explicar con afecto, distancia y lucidez a los clásicos.
De hecho, he de reconocer que
me ha conmovido especialmente su texto “Oficio de ciudadano”, en el que
reivindica como el logro que es la generalización de la enseñanza -pública- de
las disciplinas humanísticas, tradicionalmente consideradas superfluas e
inútiles y, en consecuencia, patrimonio exclusivo durante mucho tiempo de las
clases pudientes. Ya se sabe, primum
vivere, deinde philosophare. Y lo hace remontándose a la democracia
ateniense y a la creación por parte de esta de un oficio general para todos,
que venía a sumarse al que ya desempeñaba cada cual: el de ciudadano. Ese y no
otro ha de ser el papel de la enseñanza secundaria, formar ciudadanos
independientes y críticos con un bagaje cultural -científico y humanístico- que
les permita desenvolverse en el mundo y disfrutar de él. Estoy convencida de
ello, así que sigo en las trincheras, encantada de tener tanta y tan buena
munición gracias a Irene Vallejo. Así que ustedes lean, lean.