William Boyd es hijo del
siglo XX, no solo porque haya nacido en 1952, sino porque es este siglo el que
le ha proporcionado material narrativo para todas sus novelas. De hecho, en
opinión de quien desde aquí les escribe, es uno de sus mejores cronistas. Alegarán
ustedes, con razón, que Tormentas
cotidianas está ambientada en pleno siglo xxi,
pero su protagonista, Adam Kindred, era devuelto al siglo pasado, al quedar
despojado de golpe y porrazo de todas las servidumbres tecnológicas que
caracterizan la corriente centuria. Vistas en perspectiva, las novelas de William
Boyd son novelas históricas. De hecho, periódicamente escribe Boyd una misma
novela, que dirían los formalistas rusos, en la que relata la peripecia
singular y concreta de un protagonista zarandeado por los grandes
acontecimientos del XX: I Guerra Mundial, crack
del ’29, II Guerra Mundial, Guerra de Vietnam... Era el caso de John James
Todd, protagonista de Las Nuevas
Confesiones, el de Logan Mountsuart de la inolvidable Any Human Heart y es el de Amory Clay.
Nacida poco después que
el siglo, la infancia y juventud de Amory se vio condicionada por el shock
postraumático que su padre se trajo de la I Guerra Mundial y por la pasión por
la fotografía, que le inspiró su tío, padre vicario. Es esta ocupación la que
le permite ganarse la vida en el Londres de los locos años ’20, la que la lleva
al decadente Berlín de Weimar y provoca un escándalo entre lo más rancio de la
Inglaterra de entreguerras. Como fotógrafa viajará al Nueva York del final de
la Ley Seca y volverá a Londres para hacer un reportaje sobre el auge del
fascismo. Llegarán después la II Guerra Mundial, la Guerra de Vietnam, el
movimiento hippie... y entremedias, algunos
amantes, un marido, dos hijas y, por supuesto, es la vida, unos cuantos golpes
y decepciones. Nada nuevo, es cierto, pues no deja de ser el esquema
característico del género histórico y el de buena parte de las obras de su
autor. Sin embargo, el pulso narrativo de Boyd, así como su atención por el
detalle concreto, vuelve a regalarnos una narración notable que no será Any Human Heart, es cierto, pero se lee
de forma compulsiva y emociona por su autenticidad. Lean, lean...