No les he abandonado.
Ocurre tan solo que ando un poco a contrapié adaptándome de nuevo a la vida
urbana y a una colección de alumnos un tanto peculiares que poco o nada tienen
que ver con los que tuve el privilegio de toparme en mis cinco años de idilio
menés. Beatus ille...
He leído y disfrutado los
Cuentos completos de Kingsley Amis,
aunque menos que su novela Lucky Jim;
el Pájaro de celda de Vonnegut; la
novela gráfica Sufragista; la sugerente
Historias de la granja de Lemire,
tomo inaugural de una trilogía que merece, sin duda, leerse; la magnífica Los solteros de la siempre mordaz y
ácida Muriel Spark y, por último, El bar
de las grandes esperanzas de Moehringer, que aquí me trae hoy.
Ustedes que me conocen
bien saben que más de una vez he defendido que la nostalgia es uno de los
motores narrativos más poderosos -ahí tienen la Odisea de Homero como aval- y saben también cuánto he disfrutado de
la prosa de Chabon, del Retorno a
Brideshead de Waugh o de los Pájaros
de América de Mary McCarthy, en la que un bisoño Peter Levi pugnaba por
retornar a una década de los ’50 en retroceso. No tengo, pues, prejuicios
contra el uso literario de tal pena. ¡Al contrario!
Sucede, sin embargo, que
El bar de las grandes esperanzas,
memorias de las vivencias de su autor en el Dickens
-luego Publicans- resulta excesivo en
este aspecto. Llega incluso a empalagar. El propio autor se reconoce en el
epílogo “borracho de nostalgia” y ese parece el estado en el que ha escrito
este volumen. Si a ello añadimos que el leitmotiv
obsesivo de la obra es la ausencia de una figura paterna, omnipresente como “la
Voz”, la consiguiente búsqueda de un padre vicario en cada uno de los tipos que
frecuentan el bar, y el espacio dedicado a los desmanes de una femme fatale, el resultado es, creo, una
sucesión de tópicos de manual. Todo ello viene adornado, además, con un tono
grandilocuente. Moehringer parece empeñado en regalarnos una lección de vida en
cada párrafo y el conjunto termina resultando cargante, pese al innegable
talento como prosista del autor. Ustedes verán.