Señoras
y señores, lectores todos, preparen la mejor de sus sonrisas porque el bueno de
Frank Bascombe está de vuelta. Cuando creíamos que no volveríamos a tener
noticias de ese devoto de las pequeñas rutinas, de uno de los inertes más
interesantes del negro sobre blanco, en suma, de nuestro “hombre tranquilo” preferido,
Richard Ford aparece con una nueva entrega de lo más crepuscular. El autor abandona,
eso sí, el formato novela y para esta coda final -en apariencia, al menos- adopta
la forma del relato breve, de modo más que coherente con el espíritu de su
personaje, cuyas entregas anteriores se componían, en el fondo, de una suma de
pequeños momentos. Las cuatro piezas que integran esta colección intitulada Let Me Be Frank With You tienen lugar en
los días previos a la Navidad de 2012, cómo no, en Haddam (Connecticut), que el
huracán Sandy se ha llevado por delante un par de meses antes.
Frank
Bascombe tiene casi siete décadas a sus espaldas, hace ya unos años que
abandonó el oficio de agente inmobiliario, muchos más que dejó de ejercer como
periodista deportivo y entretiene su tiempo leyendo a Naipaul para ciegos,
recibiendo en el aeropuerto a soldados vueltos de Oriente Medio y evitando, a
toda costa, resfriados o caídas que puedan acabar con él. Sigue siendo, pues,
un tipo tranquilo, empeñado en vivir del modo más plácido y agradable posible,
pese a que la enfermedad y la muerte se hayan hecho fuertes a su alrededor. Su
antigua casa en la playa puede haber desaparecido del mapa al tiempo que su
actual residencia se convertía en escenario de un terrible crimen del pasado,
su ex mujer puede luchar contra los efectos del Parkinson en una residencia
cercana y un antiguo conocido puede confesar una traición mientras agoniza de
cáncer. Frank intenta sobrellevar cada día del modo más agradable posible. No
es poco con 69 años, la muerte de un hijo, un divorcio, un cáncer de próstata,
un disparo y demás traumas como bagaje vital.
Es
cierto que algunos pasajes pueden hacerse morosos y repetitivos y que la
impresión final está bastante lejos de la que dejaban las dos primeras novelas
de la saga o, más recientemente, la magistral Canadá, pero igualmente es un placer volver a leer sobre uno de los
más grandes personajes que la narrativa de las barras y estrellas ha alumbrado
en las últimas tres décadas.
Lean,
lean.