Todo lo que hay es un título tan
ambicioso como programático, pues sugiere, desde un principio, afán de
totalidad. Y eso es justo lo que ofrece, la suma total de momentos, más o menos
trascendentes, que conforman la vida de Philip Bowman, oficial de la Marina en
la Guerra del Pacífico y editor de renombre en los glamurosos años de la
posguerra estadounidense. Que la peripecia vital de Bowman sea el hilo
conductor de esta novela, no obsta, sin embargo, para que se conceda mucho,
muchísimo espacio a anécdotas singulares protagonizadas por personajes con una
vinculación mínima a la trama principal. Sería este un recurso peligroso en
manos de un autor con menos talento o el resultado incluso de una evidente
incapacidad de tomar decisiones drásticas -como deben serlo las decisiones- y
de mantener el foco en su sitio. En manos de Salter, sin embargo, la acumulación
de anécdotas marginales es del todo coherente con lo que promete y ofrece esta magnífica
historia enraizada en la mejor tradición narrativa de las barras y estrellas:
la vida de un hombre, modelada a partir de una pluralidad de experiencias y
encuentros, ora trascendentales, ora insignificantes y dignos, casi, de ser
condenados al olvido.
Lean,
lean...domingo, 26 de octubre de 2014
sábado, 11 de octubre de 2014
LA CHICA DEL VESTIDO DE TOPOS (BERYL BAINBRIDGE)
Entre cómica y
desasosegante resulta esta novela de Beryl Bainbridge, una historia de
carretera un tanto absurda protagonizada por la cándida e imprevisible Rose y
el muy atormentado Harold, inglesa ella y americano él, con un objetivo común:
encontrar al escurridizo y casi onírico Doctor Wheeler, mesías o némesis en
función del alternante punto de vista, ora de ella, ora de él. Se percibe, no
obstante, ese absurdo, como algo consciente y buscado, un elemento que
contribuye a hacer aún más densa una atmósfera ya de por sí preñada de malos
augurios. La violencia casual se multiplica, de hecho, conforme la singular
pareja se va acercando a su destino, por más que Harold y Rose parezcan no advertirla
o la asuman con toda naturalidad. Ejercen de fondo, los muy convulsos ’60, con los
cadáveres aún calientes de John Fitzgerald Kennedy y Martin Luther King y la
promesa, aún real, de otro Kennedy.
No es de extrañar, visto
lo visto, que un paratexto de la contraportada, firmado por el siempre lúcido
William Boyd, vincule esta novela a Esperando
a Godot de Beckett. Poco más me queda que decir, salvo que lean, lean, pues
merece la pena. Háganlo, eso sí, dotados de lapicero y dispuestos a añadir la
docena aproximada de tildes sobre adverbios interrogativos -en interrogativas
indirectas- que el traductor se ha dejado por el camino. ¡Ay!
jueves, 2 de octubre de 2014
QUE LEVANTE MI MANO QUIEN CREA EN LA TELEQUINESIS (KURT VONNEGUT)
“Lo más maravilloso y lo más valioso que podéis extraer de una educación es esto: el recuerdo de una persona en concreto que realmente sabía enseñar y cuyas lecciones hicieron de la vida y de vosotros mismos algo más interesante y cargado de posibilidades de lo que previamente habíais creído posible. Se lo pregunto a todos los presentes, incluidos los que estamos aquí, en el estrado: “¿Cuántos de nosotros, cuántos de vosotros, habéis disfrutado de un maestro semejante? La guardería también cuenta. Levantad la mano, por favor. ¡Vamos! Es útil recordar el nombre de ese gran profesor.”Que levante mi mano quien crea en la telequinesisKurt Vonnegut
Aludía por aquí hace un
par de meses a un supuesto club de optimistas incorregibles en el que por
derecho propio figuraban nombres como los de Nicholson Baker en lo literario y
Aaron Sorkin o Jenji Kohan en lo televisivo, merced a su capacidad para
reconciliarnos con el mundo y el género humano por medio de entrañables,
carismáticos y encantadores personajes. Sepan, por cierto, que el humor
inteligente y los ágiles diálogos de OITNB,
así como su mejor que bien engranada estructura narrativa, tienen más que
enganchados a no pocos de mis estudiantes, lo cual, creo yo, dice mucho y muy
bueno de esta serie, pero aun más y mejor de estos felices pocos que me han
caído en suerte.
Aludía a tal club y no
citaba entonces al que, sin duda, ha de ser su más ilustre socio honorario, si
es que no fundador, el sin par Kurt Vonnegut, que desde Malpaso siguen
recuperando para nosotros, y que hace ya años que acapara por aquí la sección
de “Una de cosas bien dichas”. Sí, una sale más ligera y despreocupada de las
historias de Vonnegut, ya sea porque la explícita comparación entre el tiempo
humano y el geológico todo lo pone en perspectiva, ya porque, pese a la
violencia, el absurdo y la entropía que todos enfrentamos en mayor o menor
medida, al final, en último término y si permanecemos atentos, podemos detectar
bondad en el género humano. Como rezan los títulos de la banda sonora de True Romance, “Amid the chaos of the day”,
“you are so cool”. Discúlpenme tan peregrina asociación.
Sin embargo, no hemos de
buscar esta bondad en las grandes victorias, ni en los hitos señalados por los
libros de historia, sino en las pequeñas alegrías que nos brinda la vida
cotidiana. No es de extrañar, así pues, el título original del volumen que aquí
nos trae hoy: “If this isn’t nice, what is?”, que el amigo Milo Krmpotic’
reivindica con razón en su crítica para el Qué
Leer, aun a costa del muy descacharrante y vonnegutiano seleccionado para la
edición española. Y no es de extrañar, tampoco, en consecuencia, que lo que
aquí se presenta sea una recopilación de discursos de graduación, donde abundan
extraordinarias perlas dedicadas a los profesores y a la escuela pública y se
leen también bromas ya leídas en algunas de sus novelas y en la extraordinaria
y final Un hombre sin patria.
No les doy más la lata.
Déjenme tan solo que, una vez más, les recomiende que se olviden de los
Coelhos, Bucays y Byrnes que en el mundo están, que corran a la librería más
cercana y que, por favor, lean a Vonnegut. De nada.
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