Se
lo decía ya en otro formato hace no demasiado tiempo. Todo estudiante de
Humanidades que se precie se verá obligado a contestar, antes o después, a la,
al parecer, inevitable pregunta de “para qué”. En estos tiempos de pragmatismo
extremo en que todo el mundo parece moverse por el mantra de la inmediatez y el
dichoso emprendimiento, aquellos que nos movemos en los márgenes de la “inutilidad”,
vivimos de modo perpetuo en el filo de la navaja, no ya de la incomprensión y del
desdén, sino de la misma extinción. Lean, si no me creen, el texto de la
inminente lomce y comprueben el
papel residual que concede, como migajas en el mantel, a materias como Música, Educación
Plástica, Filosofía y, por supuesto, Latín y Griego. Peor aún, en el borrador
de Real Decreto que se publicó hace unos meses, se incluyen supuestas
justificaciones de tales materias que, en el mejor de los casos, provocan la
carcajada y, en el peor, vergüenza ajena. Y es que, por más que nos empeñemos, la
Historia de la Filosofía, amigos míos, poco o nada tiene que ver con el
emprendimiento pero, al igual que el estudio de las lenguas clásicas,
estructura la mente y satisface la curiosidad intelectual. Entre otras cosas. A
mí me basta. Lástima que a los tecnócratas del Ministerio y las Consejerías que
en el mundo están no.
Así
las cosas, la lectura de un ensayo como La
utilidad de lo inútil de Nuccio Ordine (Acantilado, 2013), así como la del
ensayo de Abraham Flexner que incluye como apéndice, proporcionan el alivio que
ofrece una cara amiga y cómplice entre desconocidos hostiles y ofrecen, sobre
todo, una batería de argumentos y anécdotas relevadoras en defensa de la
investigación básica, las disciplinas humanísticas y artísticas. Para que se
hagan una idea, cuenta, por ejemplo, cómo ya en los siglos iv-iii a. C., Euclides, el célebre
matemático, tuvo que sufrir que un alumno le preguntara para qué servían sus
teoremas. Euclides, al parecer, llamó a un esclavo y le ordenó que le diera una
moneda a tan insolente alumno, ya que, al parecer, “este necesitaba obtener un
beneficio de lo que aprendía”. Ahí queda eso. Llevamos ya un par de milenios en
las trincheras, así que Vds. pertréchense bien y lean, lean a Nuccio Ordine.
Yo, entre tanto, iré preparando la cartera.