Hace ya casi tres años
que tengo mi base en Villasana de Mena, un pequeño pueblo del Norte de Burgos,
en la misma frontera con Vizcaya, donde un ayuntamiento de lo más activo
organiza actividades más que singulares como, por ejemplo, una cata virtual de
vinos, ciclos de cine noruego y polaco en versión original, un festival
internacional de folklore de considerable entidad y una semana cultural que más
bien debería llamarse mes, pues prácticamente agota diciembre. La última
edición de dicha “semana” contó entre sus actos con una conferencia, dirigida a
los ancianos de la residencia local, acerca de la conveniencia de hacer testamento.
Ya se imaginarán Vds. que el tema de la charla en cuestión, en combinación con
el público a que iba destinada, fue objeto de no pocas bromas macabras, así
como de unos cuantos comentarios aquiescentes del tipo de “solo en Villasana”.
El caso es que, al margen de lo adecuado o no del objeto de la conferencia, o
del foro en que se pronunció, un testamento escrito a tiempo sirve para evitar
no pocos problemas. No todos, sin embargo.
Un sorprendente legado es,
de hecho, el detonante de Un paraíso
inalcanzable de John Mortimer, en la que Fred Simcox, médico rural, trata
de comprender los motivos que llevaron a su padre, Simeon Simcox, párroco
socialista, a legar toda su herencia al arribista diputado conservador Leslie
Titmuss. Su objeto no es otro que evitarle a su madre Dorothy el trago del proceso
que su hermano Henry, antiguo angry young
man, quiere incoar para declarar nulo el testamento del simpar párroco. Lo
que sigue es el relato en retazos de unas cinco décadas de la vida del difunto
párroco y de su familia, así como de sus paisanos de Rapstone Fanner, un
pueblecito inglés con tanto colorido local como “el mío”, cuya paz se ve
alterada por el racionamiento de la posguerra, ecos de la guerra fría o de las
huelgas de mineros contra el Thatcherismo más brutal... Y mediante dicho relato entronca
John Mortimer con lo mejor y más clásico de las Letras Inglesas por su maestría
en la descripción, en el uso de los tiempos y de los tempos narrativos y, no podía ser de otra manera, de la ironía y
del humor. En esta ocasión, además, no viene este último acompañado de esa
exquisita frialdad, distanciamiento y cinismo so so british que quizá
se puedan achacar a Evelyn Waugh o Nancy Mitford, sino que Mortimer mima a
todos y cada uno de sus personajes y los hace cercanos y dignos de afecto para
el lector. Así que Vds. háganme caso y lean, lean Un paraíso inalcanzable de John Mortimer y, si tienen ocasión, no
dejen de visitar el Valle de Mena.