No ando demasiado
gárrula esta temporada. El final de curso se ha presentado este año de lo más
borrascoso stricto latoque sensu y no
consigo sacar todo el tiempo que me gustaría al negro sobre blanco. Ando ahora
mismo enfrascada -y de momento, no demasiado emocionada- en Efecto noche de Reiken, que compagino
estos días con el de nuevo tardío Qué
Leer de mayo, donde todos Vds. pueden -¡y deben!- leer el entretenidísimo diario
de viaje del siempre lúcido y certero Antonio Lozano a la muy académica ciudad
de Ithaca. Por cierto que su introducción sobre la fiebre neoclásica que “afectó”
a la zona en el siglo XIX me ha provisto de unos cuantos ejemplos más sobre la
presencia de lo clásico en el mundo contemporáneo. Pero esa es otra historia.
Si hoy abandono mi retiro, es para intentar hacerle justicia, una vez más, al
siempre soberbio Michael Frayn, del que hace poco que leí First and Last.
Es ésta una comedia sin
pretensiones sobre la aventura de un jubilado, que decide abandonar su
apocamiento y timidez vital para recorrer Inglaterra longitudinalmente, a pie y
en solitario, con la única compañía de su úlcera y de los conductores,
granjeros y sin-techo ocasionales que le van saliendo al paso; sobre su
aventura y el efecto que en su más que escéptica y timorata familia tiene. El
punto de partida es ciertamente prometedor, al menos, para esta lectora,
igualmente apocada, a la que en un futuro no demasiado lejano le gustaría hacer
algo parecido... Pero es que además todo ello viene envuelto en el estilo
impecable de Michael Frayn, irónico, divertido y atento hasta al más mínimo
detalle. Así que románticos y estilistas que en el mundo son, lean, lean First and Last.