Una abre, incauta, Cassandra en la boda de Dorothy Baker
(contraseña editorial, 2015), con la equivocada expectativa de que será una
comedia ligera y frívola dedicada a los desvelos de la Cassandra del título por
evitar la boda de su inseparable hermana gemela con un anodino estudiante de
Medicina de Nueva York. Como tal parece confirmarse en sus primeros compases,
por obra y gracia, sobre todo, de una voz, la de la epónima protagonista, que
se revela desde el comienzo como ingeniosa a más no poder, y de unos diálogos
ágiles y vivos, muy vivos, que a quien desde aquí les escribe le recordaron por
momentos a los de Levantad, carpinteros,
la viga del tejado de Salinger. Ahí es nada.
Sin embargo, algo parece
estar tensándose demasiado desde esos mismos comienzos, algo chirría en esa
apariencia de frivolidad, y que conste que no hablo aquí de demérito literario
-¡nada más lejos!- sino de lo equivocado de mis prejuicios. Pues Cassandra en la boda poco o nada tiene
que ver con una comedia de enredo, sino que más pronto que tarde se vuelve una historia
inquietante sobre la búsqueda y la pérdida de la identidad y de un lugar en el
mundo, y del papel que los demás juegan en el proceso. La escena casi inicial
en que Cassandra se mira al espejo y cree estar viendo a su hermana Judith es
ya indicadora de que, como el Aristófanes de El Banquete de Platón, se considera la mitad fracturada de una
esfera primigenia. Judith es, ciertamente, su media naranja. En este contexto
la boda de su otra mitad no puede sino ser una tragedia, una fractura, y no
extrañan, por tanto, los tonos sombríos que el relato adquiere según avanza. El
lector asiste, con la ironía y ocasionales pinceladas de humor como único
escudo, al cataclismo de la protagonista, que solo durante un breve lapso calla
para dejar hablar a su hermana, más asentada en el siglo.
Si a todo ello sumamos
un elenco de personajes dibujado con maestría y una prosa de lo más elegante,
el resultado es una pieza redonda, magnífico ejemplo de que la verdadera
Literatura no necesita de grandes hazañas y que una anécdota banal como un
simple compromiso sirve para desarrollar cuestiones universales. No se la
pierdan y lean, lean...
3 comentarios:
Qué ilusión que te haya gustado este libro, porque a mí me fascinó y durante algunos meses sólo querían que los clientes de la librería se lo llevaran. Además, ese curioso, el año pasado me enamoró esta Cassandra, y 2013 fue Cassandra Mortmain de I Capture the Castle. Me pregunto si este año también me voy a volver a encontrar con alguna. ¡Saludos!
Es soberbia, Jen, una maravilla. Ya me he hecho con "El chico de la trompeta". En cuanto a tu fascinación por las Cassandras... puedes probar con la "Eneida" de Virgilio o el "Agamenón" de Esquilo y la primera de todas las Cassandras, aunque carezca de la ironía de la Cassandra de Baker. ;)
¡Un abrazo!
Si es solo la mitad d buena q el chico d la trompeta, ya vale la pena. La comprare y gracias por la informacion
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