No he leído Dientes blancos, su celebrada ópera
prima, ni tampoco El cazador de
autógrafos, pero hace ya unos cuantos años que leí encantada Sobre la belleza, que, disfrazada de homenaje
al Regreso a Howards End de Forster, era,
en realidad, una magnífica y sofisticada sátira, de diálogos tan inteligentes
como chispeantes. La he seguido también como colaboradora habitual de The Guardian y como autora de Cambiar de idea, una colección de piezas
críticas significativas de su perspicacia y lucidez.
Un compendio de todo
ello es NW London, en la que Smith retrata
las vidas de cuatro jóvenes criados, con mayor o menor éxito, según el caso, en
la muy difícil zona noroeste de Londres. Estructurada en cuatro partes, una por
cada uno de los personajes, aunque la última puede considerarse, más bien, una irónica
coda final, NW London explota, aunque
solo parcialmente, el efecto Rashomon. No hay, eso sí, grandes hitos narrativos
que someter a la consideración subjetiva de unos u otros, sino que prima, por
encima de todo, la caracterización de los personajes, Leah, Natalie, Felix y
Nathan, que parecen, en ocasiones, aunque sea por oposición privativa, conscientes
del estereotipo que representan. No hay, sin embargo, lugar para el tópico
manido en esta historia, o solo lo hay desde un distanciamiento irónico, como
en su certero final, en el que Leah y Natalie, hallan un punto en común
defenestrando, cómo no, al eslabón más débil.
Lean, lean...
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