Si han permanecido
atentos a la prensa cultural durante las últimas semanas, sabrán que la versión
oficial identifica Ve y pon un centinela
con la primera versión de lo que, tras el rechazo de su editor y la sugerencia a
su autora de que alterara el punto de vista, terminaría convirtiéndose en una
de las novelas más queridas por los lectores estadounidenses, Matar a un ruiseñor.
En Ve y pon un centinela una veinteañera Jean Louis -Scout- Finch vuelve a casa a Maycombe
desde la muy yanki Nueva York para descubrir con horror que su -y nuestro-
venerado Atticus poco tiene que ver con aquel hombre probo que dos décadas
atrás representó a un negro falsamente acusado de violación y que defendía la
igualdad de derechos y privilegios para todos los individuos. El movimiento por
la defensa de los derechos civiles se halla en plena ebullición, la Corte
Suprema de los EEUU ha decretado la inconstitucionalidad de la segregación y,
lejos de encabezar el cambio en el muy profundo Sur, Atticus le otorga
credibilidad al consejo ciudadano, nutrido de hombres que, por las noches, se
ponen el capirote, queman cruces y cosas peores. Republicano de pura cepa,
lamenta Atticus la injerencia federal, que Scout
reconoce, pero se ampara, para pasmo de su hija, en argumentos que, siendo muy
optimistas, podríamos considerar condescendientes y paternalistas; siendo más
realistas, racistas. Y esto, claro está, resulta impensable en Atticus, cuyo
papel en Matar a un ruiseñor, según
dicen, ha mandado a innumerables estudiantes a las facultades de Derecho de
medio mundo. “Nos han arrebatado a un icono”, claman los lectores de Ve y pon un centinela.
En su perspicaz crítica
para The New Yorker Adam Gopnik siembra
la duda sobre la versión oficial amparándose en argumentos internos. Ve y pon un centinela, señala, no es
creíble como primera novela de Harper Lee porque basa su conflicto en la
decepción de Scout con respecto a Atticus y, solo por lo leído en esta, este no
es ningún pilar. En otras palabras, le falta carisma a Atticus en Ve y pon un centinela para provocar tal
cataclismo en Scout y
este solo es verosímil si esta novela se lee como complemento a Matar a un ruiseñor. Considerada en
solitario, Ve y pon un centinela es
una novela fallida. De acuerdo, pero parece no advertir Gopnik que de óperas
primas fallidas está el mundo lleno, con lo que volvemos a la versión oficial.
Más convincente me
parece el argumento de que el juicio al negro Robinson tiene un papel tan
tangencial y anecdótico en Ve y pon un
centinela que resulta improbable que un editor le sugiriera a Harper Lee
que lo convirtiera en centro de una nueva versión, narrada, en esta ocasión, no
por una veinteañera y madura Scout, sino por una inocente niña que tiene su
primer encuentro con la maldad. De nuevo, de acuerdo.
Hagamos, no obstante, de
abogado del diablo por una vez y hagámoslo acudiendo a un detalle señalado por
Michiko Kakutani y que, perdonen la inmodestia, no me pasó inadvertido. En Matar a un ruiseñor el negro Robinson es
declarado culpable, pese a los esfuerzos de Atticus y todas las evidencias, y
la turba enfervorecida lo cuelga de la rama más cercana al calabozo. En Ve y pon un centinela se comenta de
pasada que Robinson es declarado inocente, sin más. No news good news.
Son estas versiones
excluyentes y se quiebra así la, por lo demás, evidente complementariedad de
ambas novelas. ¿Y qué? Me dirán ustedes. Recuperamos así al heroico Atticus de Matar a un ruiseñor, pues si Ve y pon un centinela deja de tener
sentido como secuela, vuelve a ser la novela que no fue -hasta que alguien con
no demasiados escrúpulos decidió publicarla; Harper Lee agota sus días
prácticamente ciega y sorda en una residencia de Monroeville y cuesta pensar
que haya dado una aprobación consciente-. Como en esas novelas de ciencia
ficción en que cada viaje en el tiempo anula lo ocurrido en el anterior. Otro
gallo habría cantado si se hubiera publicado en su momento. La novela que, en
cambio, sí fue, es Matar a un ruiseñor
y bien merece una relectura en la que, eso sí, tengamos en cuenta que, por
mucho que lo admiremos, Atticus Finch no fue probablemente tan perfecto como
siempre hemos creído.
1 comentario:
Estoy totalmente de acuerdo con Adam Gopnik. Por las razones que él expone y por otras muchas, es imposible que "Ve y pon un centinela" sea anterior a "Matar un ruiseñor". Independientemente de cuál sea la primera, Mientras que "Matar un ruiseñor" es una novela maravillosa (y la he releído despues de "Ve y pon un centinela"), ésta es bastante mala.
pero bueno, el objetivo está cumplido. La editorial ya ha vendido más libros de los que podía soñar. ¿O ha vendido los que soñaba?
Un saludo.
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