Louis Auchincloss es a
los knickerbockers lo que Nancy
Mitford a la aristocracia inglesa en vías de extinción del período de entreguerras.
Cronista lúcido e incisivo de una élite social amenazada acá por los nuevos
ricos, allá por el crack del 29, acullá por el “diabólico” New Deal impulsado por Roosevelt, los conflictos que en esta
magnífica colección de relatos se plantean apenas le son familiares al común de
los lectores. Las casas de listones blancos en la que los wasps veranean, las fusiones entre empresas gestionadas por
despachos de rancio abolengo y las tentativas de emparejamiento inspiradas por
principios eugenésicos sin escrúpulos constituyen para él, para el lector digo,
un mundo tan exótico como la más lejana de las islas, elementos extraídos de
una tradición que hunde sus raíces quizá en Austen, en Henry James con más
seguridad. Y ello a pesar de la relativa cercanía cronológica de la
ambientación de alguno de sus relatos, como “La edad traicionera”. Auchincloss,
como Mitford, retrata un mundo hoy extinto. Sin embargo, allí donde la aristócrata
inglesa se mostraba exquisitamente frívola y desenfadada y mantenía cierta distancia
incluso cuando trataba de su propia familia, Auchincloss es más grave y formal
y también más hondo. Su compromiso para con sus personajes parece mayor y
también su cercanía. No en vano, nueve de los diez relatos aquí editados están
narrados en primera persona y el autor se muestra como un extraordinario
ventrílocuo. Solo en “Las letras escarlatas” abandona este recurso y opta por
la más clásica narración en tercera persona, complementada, eso sí, con un
eficaz y soberbio juego de perspectivas en el que los tres agentes principales
de un conflicto tan antiguo como el hombre, el adulterio, van descubriendo sus
cartas para revelarnos, al final, que las cosas no eran como parecían; o sí,
según se mire.
Si a todo ello añadimos
una prosa exquisita -estupenda la traducción de Ignacio Peyró, por cierto-,
rica y florida pero sin caer en los excesos del maestro James, entenderán
nuestro entusiasmo y adivinarán que lo próximo que les voy a decir es que lean,
lean. Lean Historias de Manhattan de
Louis Auchincloss.
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