“If you ever were any good at this, what difference would it make? She said this as she was leaving. I, of course, thought this wasn’t the point. Everything didn’t have to have a practical outcome. Some things you only did because you liked doing them -which was not her way of thinking about life by then.”CanadaRichard Ford
Pocos
comienzos de una novela puede haber tan engañosos como el de Canada de Richard Ford, que promete en
primer lugar la historia de un robo a un banco, “el robo”, y después, la de ciertos
asesinatos, “los asesinatos”. Los adeptos de las novelas de acción pueden, sin
embargo, dejar de frotarse las manos, así como el conocedor de la obra de Ford,
dejar de enarcar sus cejas, pues esta novela, como las anteriores del autor,
está todo lo lejos que se puede estar de un thriller
y se aproxima bastante más, por fondo y forma, a una novela de formación,
aunque tampoco se ajusta del todo a los cánones de esta. Al margen del enorme
salto temporal que separa al narrador, Dell Parsons, de los hechos narrados,
cincuenta años, toda la acción transcurre en unas pocas semanas del verano de
1960, en que sus padres tomaron la inverosímil decisión de atracar un banco y
cambiaron para siempre las vidas de sus hijos. Dicho atraco no llega, sin
embargo, hasta la mitad del libro, así como prácticamente nos olvidamos de que
había asesinatos de los que rendir cuenta hasta el mismo final, o casi. El
resto de esta novela, enorme en cantidad y en calidad, lo adelanto ya, lo
dedica su autor a la descripción y a la reflexión, en esa prosa tan rica como morosa
-disculpen el homoteleuton- tan
característica suya. Y en esas reflexiones tiende a insistir, como es
habitual en él, en un par de ideas que terminan ejerciendo de lemas. Así, si su
personaje fetiche, Frank Bascombe, basaba su tranquilidad en la asunción de que
las cosas duran lo que duran y ya está, aquí el secreto de la adaptación del
bisoño Dell reside en la aceptación del cambio, en la comprensión de la
necesidad de centrarse en el presente y en entender también que, las más de las
veces, las cosas son lo que parecen y que la búsqueda de sentidos ocultos y el
afán de trascendencia conducen casi siempre a malentendidos incluso fatales.
Amén.
Se
explica, pues, la aparente desproporción entre la escasez de acción y el
volumen de páginas empleado, ofrecer un espacio a la lucidez y también a la
pérdida de la inocencia y al desengaño. De hecho, vista en perspectiva, Canada resulta una muestra perfecta de
lo que, en palabras de Ruskin parafraseadas por Dell Parsons, ha de ser la
creación literaria:
“Again, Ruskin says composition is the arrangement of unequal things”CanadaRichard Ford
Eso
es precisamente Canada, una obra
redonda y simétrica forjada a partir de elementos disparejos. Si a todo lo
anterior le añaden un tono crepuscular, tan otoñal como el país que le da
nombre, y un último párrafo capaz de hacerle saltar las lágrimas al más
impasible de los lectores, el resultado es una obra soberbia, que ustedes,
amigos míos, no deberían perderse. Lean, lean Canada de Richard Ford, por favor.
4 comentarios:
Jo, con ésta me pasa como con Stoner de John Williams, que quiero, que pienso, tengo ganas, la voy a leer, es la próxima que leo, luego tengo el libro en las manos y, en el último momento, me echo para atrás.
Ay, de verdad, qué dura es a veces la vida de las lectoras empedernidas XD
Acabarán cayendo, Jen. Cada lectura, además, tiene su momento. Pero sí, reconozco que la lista de pendientes puede llegar a agobiar. ¡Un saludo!
En un principio pensé que la novela no te gustó, pero veo que aunque no ofrece lo que promete en un principio, es incluso mejor a lo esperado.
"Canadá" es soberbia, Bea, lo mejor que he leído en mucho tiempo. Su comienzo es engañoso, sí, sobre todo para quien no conozca la pausada narrativa de Ford pero esta novela es de todo menos decepcionante. ¡A ella!
Gracias por la visita y el comentario.
¡Un saludo!
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