En el relato epónimo de
Washington Irving, Rip Van Winkle se duerme bajo un árbol en una de sus
habituales caminatas por el monte para descubrir, al despertar, que su esposa
ha muerto, que EEUU ya no es una colonia británica y que lo que para él fue un
breve lapso de tiempo fueron veinte años para sus vecinos. Algo parecido le
ocurre al David de El vuelo del
navegante, clásico de aventuras de los ’80, que recupera la consciencia
tras un golpe para comprobar que lo que él interpretó como un instante fueron,
extraterrestres mediante, ocho años para sus vecinos. Y, ya que hablamos de
clásicos de los ’80, en el Regreso al
Futuro de Zemeckis, Marty McFly viaja por accidente al pasado y evita, sin
quererlo, que sus padres se conozcan, generando así un mundo donde ¡horror! él
no existe.
Ya hace tiempo que literatura
y cine se ocupan de la posibilidad de que el hombre viaje en la cuarta
dimensión, a saber, el tiempo, y de las paradojas que tales viajes pueden
generar: discrepancias temporales, mundos paralelos... En la encrucijada entre
novela de terror, histórica y de ciencia ficción se halla esta 22/11/63, cuyo protagonista, Jack Epping,
un profesor de lengua de 2011, encuentra una falla temporal en una
hamburguesería venida a menos que permite viajar a septiembre de 1958. Cada
viaje, se le explica, supone un nuevo reinicio y, al margen del tiempo que
transcurra en el pasado, la vuelta al presente supone tan solo un gasto de dos
minutos. No hay, pues, pérdida posible -salvo la de la cordura, claro- y Epping
no tarda en asumir el gran reto que se le plantea, evitar el asesinato de
Kennedy y, de paso, que la vida del conserje de su instituto no se vea
brutalmente truncada en una terrorífica noche de Halloween de 1958. El pasado,
sin embargo, es pertinaz y no quiere ser modificado y, como el popular “efecto
mariposa” se ha encargado de enunciar, el más leve cambio puede terminar
generando la mayor de las distopías.
Tal es la peripecia
planteada por la ambiciosa 22/11/63,
que, en opinión de quien les habla, funciona mucho mejor en su primer cuarto,
como novela de terror, que cuando en la línea -salvando las enormes distancias-
de Doctorow, Vidal o el DeLillo de Libra, su autor
se dedica a hacer novela histórica del siglo xx y le sigue los pasos al infame
Oswald. Un tanto repetitiva resulta también cuando King se entrega al
costumbrismo local y no le hubiera venido mal un pulido que eliminara vicios
bestsellerianos como las dichosas anticipaciones del tipo de “o eso creí
entonces”, “si hubiera sabido que”... usadas a modo de cliffhanger. Por lo demás, 22/11/63
es una ágil y entretenidísima historia que leer y disfrutar en la playa.
1 comentario:
A mí este libro me gustó en el sentido de "recuperar" al buen narrador que es King, pero estoy de acuerdo contigo en que es más interesante la parte de "terror" o "suspense", que la parte más histórica, que leí más en vertical.
Besos
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