“Lo más maravilloso y lo más valioso que podéis extraer de una educación es esto: el recuerdo de una persona en concreto que realmente sabía enseñar y cuyas lecciones hicieron de la vida y de vosotros mismos algo más interesante y cargado de posibilidades de lo que previamente habíais creído posible. Se lo pregunto a todos los presentes, incluidos los que estamos aquí, en el estrado: “¿Cuántos de nosotros, cuántos de vosotros, habéis disfrutado de un maestro semejante? La guardería también cuenta. Levantad la mano, por favor. ¡Vamos! Es útil recordar el nombre de ese gran profesor.”Que levante mi mano quien crea en la telequinesisKurt Vonnegut
Aludía por aquí hace un
par de meses a un supuesto club de optimistas incorregibles en el que por
derecho propio figuraban nombres como los de Nicholson Baker en lo literario y
Aaron Sorkin o Jenji Kohan en lo televisivo, merced a su capacidad para
reconciliarnos con el mundo y el género humano por medio de entrañables,
carismáticos y encantadores personajes. Sepan, por cierto, que el humor
inteligente y los ágiles diálogos de OITNB,
así como su mejor que bien engranada estructura narrativa, tienen más que
enganchados a no pocos de mis estudiantes, lo cual, creo yo, dice mucho y muy
bueno de esta serie, pero aun más y mejor de estos felices pocos que me han
caído en suerte.
Aludía a tal club y no
citaba entonces al que, sin duda, ha de ser su más ilustre socio honorario, si
es que no fundador, el sin par Kurt Vonnegut, que desde Malpaso siguen
recuperando para nosotros, y que hace ya años que acapara por aquí la sección
de “Una de cosas bien dichas”. Sí, una sale más ligera y despreocupada de las
historias de Vonnegut, ya sea porque la explícita comparación entre el tiempo
humano y el geológico todo lo pone en perspectiva, ya porque, pese a la
violencia, el absurdo y la entropía que todos enfrentamos en mayor o menor
medida, al final, en último término y si permanecemos atentos, podemos detectar
bondad en el género humano. Como rezan los títulos de la banda sonora de True Romance, “Amid the chaos of the day”,
“you are so cool”. Discúlpenme tan peregrina asociación.
Sin embargo, no hemos de
buscar esta bondad en las grandes victorias, ni en los hitos señalados por los
libros de historia, sino en las pequeñas alegrías que nos brinda la vida
cotidiana. No es de extrañar, así pues, el título original del volumen que aquí
nos trae hoy: “If this isn’t nice, what is?”, que el amigo Milo Krmpotic’
reivindica con razón en su crítica para el Qué
Leer, aun a costa del muy descacharrante y vonnegutiano seleccionado para la
edición española. Y no es de extrañar, tampoco, en consecuencia, que lo que
aquí se presenta sea una recopilación de discursos de graduación, donde abundan
extraordinarias perlas dedicadas a los profesores y a la escuela pública y se
leen también bromas ya leídas en algunas de sus novelas y en la extraordinaria
y final Un hombre sin patria.
No les doy más la lata.
Déjenme tan solo que, una vez más, les recomiende que se olviden de los
Coelhos, Bucays y Byrnes que en el mundo están, que corran a la librería más
cercana y que, por favor, lean a Vonnegut. De nada.
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