Con una diferencia de
apenas dos días veo Amor de Haneke y
termino de leer Memento mori de
Muriel Spark, dos aproximaciones narrativas bien distintas a la mayor de las
certezas humanas, la de la propia extinción. Es la primera una acongojante -y
magnífica- disección, desprovista de cualquier tipo de afectación o
sentimentalismo, de la vejez, la enfermedad y la muerte. Esta última se presenta,
de hecho, como una liberación deseable del dolor, la locura, el deterioro, la
frustración y miserias corporales varias.
En la novela de Muriel
Spark, sin embargo, el enfoque es bien distinto. No podía ser de otra manera.
La aspirante al título de irónica entre irónicos nos presenta de inicio una
historia de corte policíaco en que un grupo de jubilados recibe anónimas
llamadas telefónicas que les recuerdan la inminencia de su final (“Recuerda que
vas a morir”, de ahí el latinajo del título) pero la investigación -que no
llega nunca a ser digna de tal nombre- se vuelve pronto mero Macguffin que sirve para que los indefensos
ancianitos se revelen como envidiosos, adúlteros, ruines e implacables chantajistas.
De hecho, la identidad de la cambiante y misteriosa voz al otro lado del
teléfono no acaba de desvelarse del todo, aunque una curiosa hipótesis es
formulada por Jean Taylor, antigua dama de compañía y personaje más lúcido de
toda la novela. Aquí lo dejo. Vds., sin embargo, lean. Lean y diviértanse con
otra magnífica novela de Muriel Spark.
Aprovecho además la
ocasión para dejarles por aquí la descacharrante interpretación que de El sentido de la vida hicieron hace ya
un tiempo los Monty Python. No se la pierdan.
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