En casa siempre hemos adorado
Frasier. Nos carcajeamos bien a gusto
con las excentricidades amaneradas de ese par más que peculiar de psiquiatras
afincados en Seattle, cuyo padre policía ahoga en latas de buena cerveza
americana y sesiones de béisbol televisado el dolor de su cadera y la vergüenza
que sus hijos le hacen pasar día sí y día también. Entre nuestros capítulos
preferidos figuran, cómo no, “Hotel pesadilla”, parodia de los seriales radiofónicos,
y, a continuación, una serie de capítulos ubicados en la típica cabaña en el
bosque, a la que tanto debe la ficción estadounidense. En estos últimos el
humor se logra a base de encuentros y desencuentros entre puertas que se abren
y cierran en pasillos a oscuras, de los que Frasier siempre resulta, cómo no,
compuesto y sin novia.
Una receta parecida es
la que emplea Michael Frayn, viejo conocido por estos lares, para su Noises Off, farsa acerca de una farsa
titulada Nothing On, esto es, una
metafarsa. Estructurada en tres actos, el primero de ellos recrea el ensayo
general previo al inicio de una gira que, visto lo visto, se presenta
tumultuosa. En el segundo la auténtica farsa transcurre, en realidad, entre
bambalinas. Y es que, si Nothing On,
la obra representada, trata de equívocos ocasionados por bolsas de viaje, cajas
de documentos, puertas de aseos y dormitorios, teléfonos y platos de sardinas, Noises Off, la farsa que nosotros leemos,
incluye además su generosa ración de geniecillos torturados, viejas estrellas venidas
a menos, galanes incapaces de acabar una frase, actrices con mal de amores,
dipsómanos, duros de oído y pusilánimes. Las cosas, ya lo adivinarán Vds., no
pueden acabar bien, y así se revela en un delirante tercer acto que es todo un
ejercicio de deconstrucción.
En fin, ya lo saben,
Vds. lean, rían y diviértanse de lo lindo. Estamos de vuelta.
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