Hace cosa de un año reseñaba
por aquí la novela inaugural de la Trilogía de Salterton de Robertson Davies, A merced de la tempestad, y decía con
una metáfora bastante lograda, creo, que, pese a la evidente inferioridad con
respecto a la Trilogía de Deptford y, más aún, a la de Cornish, se vislumbraban
ya en ella chispas del enorme talento que Davies acabaría demostrando; de su
talento y de los rasgos definitorios de su escritura: intelectualismo, ironía,
sentido del humor, leitmotiv...
Pues bien, completada
hoy la trilogía tras la lectura de Levadura
de malicia y Una mezcla de flaquezas,
me atrevo a ir más allá y a apuntar que, puesta en perspectiva, esta última novela
en particular, y la trilogía en la que se inscribe en general, puede
considerarse una primera versión de la de Cornish: la administración de un
legado, la educación formal y sentimental de una joven, la batalla entre la tradición
heredada y los valores posteriormente asumidos... son temas comunes a este
título y Ángeles rebeldes y La lira de Orfeo, si bien éstas son más
profundas y sofisticadas y vuelan a mucha mayor altura que aquella. Se resiente
Una mezcla de flaquezas, creo, de una
protagonista un tanto plana -ipsa dixit-
casi hasta el mismo desenlace de la historia, donde muestra una doblez y una
sangre fría sorprendentes, dada su bisoñez. Y se resiente también, quizá, de
cierto exceso en su extensión, hasta el punto de resultar un tanto tediosa en
su parte central.
Vds., no obstante, lean.
Lean y disfruten. Pues hablamos de Robertson Davies, y eso son, aun en sus
comienzos, palabras mayores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario