“We all see our lives as stories, it seems to me, and I am convinced that psychologists and sociologists and historians and so on would find it useful to acknowledge that. If a person survives an ordinary span of sixty years or more, there is every change that his or her life as a shapely story has ended, and all that remains to be experimented is epilogue. Life is not over, but the story is.”
Deadeye Dick
Kurt Vonnegut
Sucede algo curioso con las novelas de Kurt Vonnegut. Ya traten de la carnicería de Dresde, de un propagandista nazi, de una invasión alienígena o de cómo la Humanidad se extinguió como tal como resultado del azar y un proceso evolutivo de lo más darwiniano, resultan de lo más terapéutico. Por más que el panorama del que partan sea de lo más desolador y resulte este casi siempre de la zafiedad de nuestros congéneres, tienen el innegable y paradójico mérito de reconciliarnos con la especie humana, como uno termina por aceptar y querer a la oveja negra de la familia. Y todo ello sin incurrir en sentimentalismos y cursilerías kitsch tan en boga en los estantes de Autoayuda. Háganme caso. Olvídense de los Coelho, Bucay y Byrne y lean a Vonnegut.
¿Cómo lo consigue? Con una prosa sencilla, directa, clara y honrada y sirviéndose casi siempre de un narrador que cuenta “a toro pasado”, cuando el conflicto, cualquiera que este fuera, ya se ha resuelto, apocalipsis mediante. Y cuando ya no hay nada que podamos hacer… ¿para qué vamos a preocuparnos? Menos aún por las nimiedades que, con frecuencia, nos quitan el sueño. Si desde una perspectiva interestelar o geológica no somos más que polillas efímeras que pronto vuelven a ser una mota indeferenciada de la Nada, ¿de verdad tienen sentido nuestros desvelos? No, no lo tienen.
La perspectiva de los narradores vonnegutianos es la de la voz de un Epílogo, la del intérprete de la peripecia, no la de sus protagonistas. Y así, esta Deadeye Dick, historia de un “hombre neutro” cuya vida comenzó y terminó siendo niño el día en que por un accidente inevitable del Destino se convirtió en asesino, se vuelve una suerte de Poética de la ficción de nuestro admirado hoosier. Lean, si no, el párrafo que abre esta entrada. Eso sí, en esta ocasión, por más que una bomba de neutrones haya borrado del mapa a los, por lo general, mezquinos habitantes de Midland City (Ohio), y que el conflicto esté más que resuelto al inicio de la historia, cuesta más de lo habitual alcanzar esa paz de espíritu que antes les mencionaba. Las chispas de Humanidad y Humanismo que habitualmente iluminan la prosa de este grandísimo autor, son escasas. Quizá porque al término de la narración el fantasma de Will Fairchild está aún buscando su paracaídas y porque, como explicita el propio protagonista, Rudy Waltz, vivimos aún en la Edad Oscura:
“You want to know something? We are still in the Dark Ages. The Dark Ages -they haven’t ended yet.”
En cualquier caso, Vds. lean. Olvídense de los gratuitos juicios de carácter que estos días pueden leerse en las páginas de The Guardian y lean a Vonnegut por favor.
6 comentarios:
Admiro y leo reiteradamente a Vonnegut. Este es uno de los pocos libros que no le he leido. Comence hace años con ediciones traducidas de aquella manera y ahora, poco a poco voy releyendo en inglés. Coincido plenamente on tu idea de que leer a Vonnegut es más sedativo y a la vez enervante que cualquier ibuprofeno con Valium. Me lo paso bomba y además es que escribe muy, muy bien.
Respecto del artículo de The Guardian, no es difícil ver que el crítico no conoce mucho a KV. ¿Imagen cálida y de abuelo?. Este señor no se ha parado a meterse a verlo en vídeos en YouTube. Pero si Vonnegut es lo menos parecido a un abuelo que uno pueda encontrar, es ácido, a veces borde incluso con quien le cae bien (hay una entrevista a tres en la que participan él y Joyce Carol Oates que no tiene precio). Si uno busca esa imagen en cualquier biografía de KV encontrará, claro está, una decepción. Eso dejando aparte el eterno tema de ¿que tendrá que ver la vida de un autor con la calidad de su obra?.
Pues lo tengo justo después de la relectura de "Brakfast of Champions", que me apetece mucho.
Que alegría me da encontrar Vonnegutianos.
Soy relativamente nueva a Vonnegut, pero igual que la mayoría de sus lectores, fan y admiradora incansable. Justo me he terminado Cat's Cradle hace nada, así que tengo el placer de buscar ahora que otra novela atacar.
Si que son tremendamente terapéuticas, consigue comunicarse contigo de una forma tremenda, te conviertes en el pasajero invisible de sus viajes.
¡Sí que alegra encontrar vonnegutianos! Sobre todo, porque hay que aprender a valorarlo y se presta a malinterpretaciones. Por ejemplo, su prosa a mí también me parece modélica y, sin embargo, se ha tildado de simplona. Y el artículo... si era un tirano eso será problema de su familia y amigos, ¿no? Nosotros quedémosnos con sus textos.
Yo tengo pendiente aún Cuna de gato. Antes que este Deadeye Dick te recomiendo "Madre noche", "Las sirenas de Titán" o "Matadero 5".
¡Saludos!
Vale, me has convencido, pero si te parece empezaré por "Un hombre sin patria" su cita me ha detenido en este blog (bueno, la cita de Mr Vonnegut y la curiosidad que me ha despertado poder chafardear que hace el señorito Holden durante sus vacaciones!)
Bastante más enriquecedor y recomendable que el artículo en The Guardian, éste en The New York Times, sobre la misma biografía. Un saludo.
"Un hombre sin patria" contiene verdaderas perlas. Disfrútalo.
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Muchas gracias por el enlace, Miguel. Ciertamente es más enriquecedor. Menos sectario, al menos.
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