domingo, 21 de febrero de 2016

EL MUNDO CLÁSICO: UNA BREVE INTRODUCCIÓN (MARY BEARD Y JOHN HENDERSON)



Casi al final de El mundo clásico: Una breve introducción, afirman los autores que los profesores enseñamos tal y como aprendimos. Puede ser. Por más que en los últimos tiempos lea sobre las indiscutibles ventajas del método natural para la enseñanza de las lenguas clásicas, me resisto a abandonar el método más tradicional, quizá por mi particular debilidad por la Lingüística y porque estoy convencida de que, pese a lo que se diga, puede resultar divertido e induce a la reflexión sobre la propia lengua, que buena falta hace. Son unos cuantos los alumnos que me han reconocido que, gracias al latín, han comprendido entresijos gramaticales del español que, hasta entonces, se les resistían.
A la inversa me sucede con el aprendizaje por proyectos, últimamente siempre en boca de los gurús de la educación. Aun reconociendo que puede resultar muy atractivo, me da la impresión de que, al final de la partida, son muchas las lagunas que quedan de saberes “tradicionales”. De esa opinión era, al menos, hasta que he leído este magnífico ensayo introductorio sobre el mundo clásico, en el que con el templo de Apolo Epicurio en Basas (Arcadia) como detonante se abordan un buen número de aspectos esenciales de la Cultura Clásica y, sobre todo, de su estudio. Y el estudio del mundo clásico es también el de su transmisión y recepción.
Todo acercamiento al mundo clásico, señalan los autores, supone necesariamente cierto extrañamiento, dado el choque entre la realidad y la expectativa. Y se debe esto a la idealización que durante siglos -sobre todo, a partir del Renacimiento- han ejercido los estudiosos, que han querido ver, casi siempre en Grecia, un modelo de belleza y racionalidad. La realidad es, sin embargo, que ocasionalmente las figuras esculpidas resultan toscas y desproporcionadas y que, como acertadamente supo ver Nietzsche, el mundo griego es resultado de la tensión entre lo equilibrado y mesurado, la belleza, lo apolíneo, por un lado, y el desenfreno y la violencia, lo dionisíaco, por otro. Ahí está la tragedia griega para atestiguarlo.


Hay, además, espacio en este pequeño volumen para arte y arqueología, casi todos los géneros literarios, historia, religión, mitología, filosofía, política y, faltaría más, alguna que otra clase de latín, pero también para Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh, Astérix y Obélix y los cómics de Geoffrey Willans y Ronald Searle. Todo ello, insisto, con un único punto de partida, el del templo arcadio de Basas. Es posible, pues, que el aprendizaje por proyectos sea una buena idea, sobre todo, si los maestros son, como en este caso Mary Beard y John Henderson. Leed, leed... 


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