Nunca me ha atraído
demasiado el De rerum natura, ese
poema de ritmo dactílico en el que, de modo tan críptico como elegante, Lucrecio
(siglo I a. C.) se muestra como un discípulo aventajado de Epicuro y defiende
que el hombre, como todo lo demás, alma incluida, es pura materia, resultado
del choque de partículas invisibles e indivisibles que se mueven por el vacío
sin ningún plan preconcebido; y que los dioses, si es que existen, no se ocupan
ni preocupan de nosotros. Por cierto que ambas tesis son de gran modernidad y
contrastan con los presupuestos creacionistas recientemente sancionados en el
BOE y de vuelta a nuestras escuelas, primaria y secundaria, por obra y gracia de
la LOMCE.
Sin embargo, he leído
encantada el ensayo que Stephen Greenblatt dedicó a la recuperación de la obra
por parte del gran humanista Poggio Bracciolini (siglo XV), viejo conocido de
mis tiempos como alumna -y profesora- de Introducción a la Filología Clásica.
Poggio, célebre calígrafo y erudito, combatió la agitación y los desvelos del
siglo recorriendo recónditos monasterios de Italia, Alemania e Inglaterra en
busca de manuscritos olvidados de autores clásicos y salvándolos de una más que
segura desaparición. De hecho, y para que se hagan una idea, el manuscrito de
Lucrecio hallado por Poggio, se remonta al siglo IX y, hasta que Poggio encargó
un par de copias manuscritas del mismo y el texto se envió posteriormente a la
imprenta, fue, con toda probabilidad, un unicum,
es decir, la única copia existente; con lo que ello supone en un tiempo en que
biblioteca significaba muchas veces montón de libros, no necesariamente a salvo
de incendios, humedades, polillas, ratas ni, ¡ay!, monjes deseosos de material
pagano que borrar para poder copiar sobre el escaso pergamino textos cristianos
-los famosos palimpsestos-. De hecho, el primer tercio de El giro, debería ser lectura obligatoria en todas las facultades de
Filología -no necesariamente clásica- que en el mundo han sido, de suerte que
los a veces cándidos estudiantes entiendan las vicisitudes, accidentes y
casualidades que han salvado para nosotros textos que ahora leemos cómodamente
en ediciones de bolsillo o formato digital.
Igual de apasionante y
reveladora resulta la lectura del último tercio, en que Greenblatt profundiza
en el contenido de De rerum natura y
analiza su relevancia en ese movimiento cultural tan trascendente como es el
Renacimiento, que supuso no solo la vuelta a los modelos clásicos -¡ay! illa tempora...- sino la secularización
de la vida y del saber, tan necesaria para el desarrollo de la ciencia moderna,
construida sobre las cenizas de los Hus, Bruno y tantos otros.
Si además todo ello
viene envuelto en la prosa elegante y personal de Greenblatt, una no puede sino
aplaudir y entender que El giro
recibiera el National Book Award de 2011 y el Pulitzer de 2012. Lean, lean.
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