“Yo soy una creyente estricta, de hecho, una Testigo, pero no confío en las líneas aéreas de los países cuyos pilotos creen en la otra vida. Se va más seguro con los incrédulos. Me han dicho que en ese particular las líneas escandinavas son absolutamente fiables.”El asiento del conductor,Muriel Spark(Traducción de Pepa Linares)
Decía Mary McCarthy, y obraba
en consecuencia, que, si se quiere escribir una buena historia, toca dejar a un
lado la piedad. Tal parece ser también el mantra de Muriel Spark, a quien por
aquí admiramos desde que, hace ya unos cuantos años, leímos La plenitud de la Señorita Brodie, a la
que tanto debe, por cierto, El ensayo
general de la Eleanor Catton de Las
luminarias. Siguieron después Las
señoritas de escasos medios, La abadesa de Crewe y Memento Mori, habitadas todas ellas por personajes a los que la
autora, tan chispeante y divertida como su apellido, expone y disecciona sin
ningún tipo de compasión o empatía, sino, más bien, desde la distancia de
seguridad que le ofrece una ironía brutal, rayana casi en el sarcasmo.
Sin embargo, es en El asiento del conductor, la soberbia nouvelle que aquí nos trae hoy, donde la
autora lleva su poética a sus últimas consecuencias para ofrecernos una
historia tan absorbente y divertida como cruel. El punto de partida, los
preparativos de Lise para irse de vacaciones al sur de Italia, es ciertamente
de lo más inofensivo. No obstante, cierta sensación de dislocación, de
perversión incluso, acecha desde el comienzo al lector, motivada no solo por
las reacciones de Lise, tan desparejadas y desproporcionadas como su atuendo
vacacional, sino también por el frío e inmediato anuncio de que El asiento del conductor es el relato de
las últimas horas de vida de la protagonista.
Lo que sigue a
continuación encaja tan poco en los esquemas de la comedia de viaje como en los
de thriller al uso, pues Lise es
muchas cosas excepto una víctima inocente y, conforme nos aproximamos
desorientados y desasosegados al final, vamos comprendiendo que, como casi
siempre, nada es lo que parecía en un principio y que el aparente viaje de
recreo lo era más bien de búsqueda -no necesariamente de un novio- y macabro
como pocos. Para cuando llega el final, perfecto y redondo como todo lo que
precede, todas las piezas encajan y una no puede hacer otra cosa que quitarse
el sombrero, reconocer el genio de la autora y proclamarlo a los cuatro
vientos.
Lean, lean.
1 comentario:
Adoro este libro y no me canso de recomendarlo porque fue como descubrí a Muriel. Así que estoy 100% de acuerdo con este post, y me alegra profundamente la coincidencia :) Debo confesar, no obstante, que mi favorito es probablemente La abadesa de Crewe, en parte porque Alexandra se me antoja con la cara de Vanessa Redgrave en The Devils. ¡Saludos!
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