Dos retratos publicados
en el New Yorker con veintidós años
de diferencia -1942 y 1964- son los que conforman este volumen, al que confieren
unidad la firma de Joseph Mitchell y el objeto de su prosa. Es este último Joseph
Ferdinand -Joe- Gould, oveja negra de una familia burguesa de la más rancia
Nueva Inglaterra, huido a Nueva York en busca de una vida de escasez o, más
bien, penuria, que le permitiera centrar todas sus energías en la consecución
de su ambicioso plan: la redacción de una Historia
oral de nuestro tiempo.
Se ocupan ciertamente
ambas piezas de este bohemio de bohemios del Village más bohemio, apodado “el
profesor Gaviota” en virtud de su apariencia y, sobre todo, de su pretendida
capacidad de comunicarse con tan costeras aves. No obstante, si bien la primera
ofrece un retrato más o menos amable y entrañable de este curioso personaje, es
la segunda la que, merced, sobre todo, a la revelación del secreto epónimo,
humaniza al personaje, pese a que lo pinte como un borrachín megalómano y
pagado de sí mismo, capaz en una misma frase de compararse a Edward Gibbon y
ratear unos centavos con los que comprarse una cerveza; y también, pese a que
haya en esta segunda pieza un mayor espacio para la metanarración o historia de
la redacción del artículo. Ya saben Vds. que, al menos cuando de ficción se
trata, la explicitación del proceso creativo conduce, las más de las veces, a
muy estériles resultados. No es este el caso, sin embargo, sino que, como digo,
el segundo artículo de Mitchell es el que mejor sirve a la construcción o,
mejor, comprensión, de esa leyenda viva del bullicioso Village que fue Joe
Gould.
No se la pierdan.
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