“Estoy demasiado cansado para explicarle que no estoy de acuerdo, para decirle que, por mucho que Chuck me haya decepcionado al final, hubo numerosos momentos antes en que no fue así, y que no veo ningún motivo por el que no podamos basar nuestro juicio definitivo en su conducta anterior, la mejor. Todos acabamos decepcionando a los demás”.
Netherland,
Joseph O’Neill
En un momento dado de esta soberbia novela, dice su protagonista y narrador, Hans van den Broek, que el trabajo contribuye a delimitar el vasto y caótico mundo. El deporte, cualquiera que sea, cumple también esta función. Con su bien delimitado compendio de reglas, técnicas, equipamiento y accesorios al uso, con su nómina de campeones y aspirantes a la gloria, sirve para aliviar la entropía y nos ofrece una parcela en que las cosas son, o solían ser, por lo general, más sencillas. Así lo veía, por ejemplo, el Frank Bascombe de la trilogía de Richard Ford y así parece entenderlo el mencionado Hans de Netherland.
Holandés emigrado a Londres y de Londres a la Gran Manzana, donde es abandonado por su mujer y su hijo poco después de los atentados contra el World Trade Center, Hans combate la soledad y, sobre todo, el desarraigo, aferrándose a una antigua afición de juventud, el muy europeo críquet, y al megalómano proyecto del carismático, expansivo y peligroso Chuck Ramkissoon.
No es ésta, sin embargo, una novela de deporte, sino que el críquet le sirve a O’Neill de correa de transmisión para componer una honda y compleja novela, muy rica en matices y colores, sobre la inmigración, la identidad y el desarraigo desde una perspectiva más que original; no la del pobre desesperado, sino la del aparente triunfador. Que todo ello vaya empaquetado, además, en una prosa modélica y brillante por su manejo de tropos varios en general y símiles en particular, me invita a cerrar esta entrada entonando uno de los mantras más repetidos en esta esquina: lean, lean.
Holandés emigrado a Londres y de Londres a la Gran Manzana, donde es abandonado por su mujer y su hijo poco después de los atentados contra el World Trade Center, Hans combate la soledad y, sobre todo, el desarraigo, aferrándose a una antigua afición de juventud, el muy europeo críquet, y al megalómano proyecto del carismático, expansivo y peligroso Chuck Ramkissoon.
No es ésta, sin embargo, una novela de deporte, sino que el críquet le sirve a O’Neill de correa de transmisión para componer una honda y compleja novela, muy rica en matices y colores, sobre la inmigración, la identidad y el desarraigo desde una perspectiva más que original; no la del pobre desesperado, sino la del aparente triunfador. Que todo ello vaya empaquetado, además, en una prosa modélica y brillante por su manejo de tropos varios en general y símiles en particular, me invita a cerrar esta entrada entonando uno de los mantras más repetidos en esta esquina: lean, lean.
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