jueves, 18 de agosto de 2011

MAR DE FUEGO (CHUFO LLORENS)

Les hablaba el otro día de los deberes que, bajo la forma y figura de Silver Pigs de Lindsey Davis, preparaba para mis futuros latinistas y seguro que más de uno de Vds. se ha compadecido de ellos. Que no les den pena, pues también ellos me han puesto deberes a mí. Mis flamantes bachilleres de 1º me regalaron al término de este curso una novela y un precioso marcapáginas, que guardaré como oro en paño como recuerdo de mi primer año en este divertidísimo negocio que ha resultado ser la Enseñanza Secundaria. La novela es Mar de fuego de Chufo Llorens, que prometí leer antes de que comenzara el nuevo curso, pese a sus casi 850 páginas. Hecho está y aquí va la pertinente reseña.

Es esta una lectura que seguramente no habría hecho sponte mea; no ahora, al menos; quizá sí hace quince años, cuando me daba casi con exclusividad a la novela histórica. Pero esa es precisamente la función de los libros que se regalan, ¿no? Y el caso es que me he divertido bastante más de lo que esperaba con esta historia ambientada en la más que turbulenta Barcelona del s. XI que en lo formal adopta técnicas propias de la novela río y del folletín para contarnos las idas y venidas de Martín Barbany, ciudadano notable de Barcelona, su hija Marta, su amigo y viejo confesor Eudald, su criado Ahmed y su enamorada Zahira y una larguísima lista cerrada por su archienemigo Mainar. La historia está bien trabada; demasiado, quizá. Me explico. En no pocas ocasiones los “andamios” quedan a la vista del lector, que adivina, en consecuencia, sin problema, cuál será el siguiente giro de la trama. Se abusa además del cliff-hanger al final de cada capítulo y este es, probablemente, junto con el poco verosímil final, el vicio más enojoso de esta novela. Por lo demás, Mar de fuego, cuyo título alude al célebre “fuego griego” de los bizantinos, se deja leer mejor que bien y es una lectura recomendable para llevar a la playa si consiguen Vds. hacerle sitio en la mochila o si, en el caso de que vivan en el Norte, son Vds. tan osados como para ponerse en bañador.


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