viernes, 26 de diciembre de 2008

LA INTERPRETACIÓN DEL ASESINATO (JED RUBENFELD): ¿MALA...? NO, PEOR


He dedicado los primeros días de las vacaciones navideñas a la lectura de La interpretación del asesinato de Jed Rubenfeld, que el año pasado fue bastante leída y recibió, al parecer, entusiastas críticas en el ámbito anglosajón. En ella parte el debutante Rubenfeld del viaje que en agosto de 1909, y junto a sus seguidores Jung y Ferenczi, realizó Freud a los Estados Unidos de América y desarrolla a continuación una historia de inquietantes y terribles crímenes que el narrador de la historia, Stratham Younger -o no; luego volveré sobre esto- intentará resolver psicoanalizando a una de las víctimas, la joven y seductora Nora Acton.

A simple vista la trama prometía suspense y entretenimiento fácil pero desde ya digo que si por algo destaca esta novela es por lo mala que es; mala con avaricia. Para empezar, los personajes se multiplican sin orden ni concierto y sin que muchos de ellos cumplan papel alguno en el desarrollo de la trama; tan sólo le restan espacio a aquellos que habrían merecido una mayor dedicación de parte del autor: el de Freud, sin ir más lejos. Las tramas se superponen y se interrumpen unas a otras sin ningún tipo de ilación entre ellas y sin que las secundarias sirvan al desarrollo de la principal. En esta última además el autor juega continuamente al despiste, como en las malas películas de suspense, y multiplica los giros de la historia -cada vez más rocambolescos- para acabar con un final imposible en que se descubren pasadizos secretos, agresiones fingidas, pruebas manipuladas, inversos complejos de Edipo, pederastia, sádicos locos huidos de manicomios de mínima seguridad y, cómo no, una sociedad secreta autodenominada el Triunvirato. Y en esa multiplicidad de tramas hay lugar también para discursos varios con vueltas y revueltas sobre el To be or not to be de Hamlet, envidias intelectuales, o policías y psiquiatras protagonizando en el Hudson una escena al más puro estilo de Silvester Stallone -en Daylight para más señas-.

El autor cambia continuamente el punto de vista sin que ello parezca fruto de una decisión consciente y si bien parece que la narración corre a cargo de Stratham Younger, uno de los protagonistas, este es sustituido en no pocas ocasiones por un narrador omnisciente que saber lo sabrá todo, pero decir dice más bien poco -y mal- y se hace del todo insoportable y sabihondo con sus intentos de dejarnos en suspense cada vez que cambia el foco de su atención. Todos los capítulos se cierran con algo del estilo de “si el policía apostado a la entrada principal hubiera mirado entonces hacia el parque, habría visto al hombre que en aquel momento saltaba la verja...” Y por si todo esto fuera poco, todo ello viene envuelto en una prosa vulgar y prefabricada con lindezas como las que siguen:

1. “Sólo un gentil puede llevar el psicoanálisis a la tierra prometida. Tenemos que lograr que Jung no ceje en su defensa de die Sache. Todas nuestras esperanzas dependen de él.
Lo que Freud dijo en alemán significa la causa. No sé por qué empleó esas palabras Freud, en lugar de las inglesas. Durante varios minutos nadie habló. Empezamos a desayunar. Brill, sin embargo, no comió nada. Se mordía las uñas. Di por supuesto que la conversación sobre Jung había terminado, pero volvía a equivocarme.”
2. “A las diez de aquel viernes por la mañana, un mayordomo recibió el correo de Banwell en el vestíbulo. En un sobre se veía la bonita y curvilínea letra de Nora Acton. Estaba dirigida a la señora Clara Banwell. Por desgracia para Nora, George Banwell estaba aún en casa. Por fortuna, el mayordomo tenía por costumbre llevarle el correo a la señora Banwell en primer lugar, y es lo que hizo aquella mañana. Por desgracia, Clara aún tenía en la mano la carta de Nora cuando entró en el dormitorio su marido.”

Creo que los ejemplos hablan por sí mismos. No me resisto, sin embargo, a comentarlos. El pobre Sigmund no sabrá por qué le han hecho decir die Sache en lugar de la Causa pero a mí se me ocurre una explicación más que plausible y es que el señor Rubenfeld ha querido dejar patente que es un tipo documentado que ha estudiado a base de bien para escribir esta novela. De hecho, insiste sobre su labor de documentación en la pretenciosa nota final, dedicada a separar ficción y realidad y en la que con falsa modestia da las gracias a sus hijas por haber detectado “errores que nadie más supo ver (ya desde la primera página)”. Estoy segura de que así fue, así como de que se dejaron unos cuantos más, quizás por miedo a provocar un drama familiar y a herir la autoestima de su padre. Por cierto que el propio Rubenfeld invita a sus lectores a dejar constancia en la web de la novela de cuantos errores aprecien.

En cuanto a la segunda perla, o Rubenfeld se cree un tipo divertidísimo o no relee lo que escribe, o quizás un poco de cada. Uno de tantos.

Leía ayer en el prólogo de Constantino Bértolo a La cena de los notables (Periférica) que en su opinión lo que vertebra el hecho literario es la responsabilidad, ya se trate de la del autor, del lector, del crítico o del editor. Estoy de acuerdo. Y aunque autor y editor no han cumplido con la suya, yo intentaré cumplir con la mía. Así que por primera vez, no lean, no lean, por favor.

8 comentarios:

El Alde dijo...

Madre mía qué dura... Que muchas veces no nos gusten determinados libros y sepamos ver los errores es muy bueno, significa que tenemos un juicio literario. A mí tampoco me suelen gustar las historias con giros imposibles, prefiero los relatos donde priman los protagonistas y sus historias, historias tranquilas que te hagan entender el porqué de las cosas.

Un saludo

Hilvanes y Retales dijo...

Constantino Bértolo tiene un sano juicio. Pero el libre mercado que ha invadido la economía mundial, impone que, para vender, el crítico tenga que hacer alabanzas de un texto con el que seguro no está conforme la mayor parte de las veces. Cuando Martín GAite hacía crítica (recopilación en Tirando del HIlo)era bastante juiciosa, y alababa y criticaba, no solo desde su propia perspectiva subjetiva, también la objetiva que le daba su profesión. Eso es de agredecer.

Felices fiestas!!!!!

CEci dijo...

Reconozco que la crítica es dura, Alde, pero es lo que hay -por supuesto, en mi opinión-. Y que conste que tardé muchos años en ser capaz de hacer críticas negativas de mis lecturas. Pero, como tú dices, precisamente por respeto a la verdadera literatura creo que uno debe hacer notar lo que en su opinión son taras o defectos, que en este caso además son de juzgado de guardia.
Un saludo

CEci dijo...

Por supuesto, Hilvanes. Puede que las exigencias del mercado tengan parte de culpa -aunque ¿en qué posición deja eso a la mayoría lectora? Si las editoriales sólo se enriquecen con este tipo de libros...- pero cada lector individual y por supuesto el autor tienen también su cuota de responsabilidad. Precisamente porque Anagrama es un gran grupo editorial presentado como independiente debería hacer valer otros criterios. Editoriales mucho más pequeñas en presupuesto están creándose un fondo de gran calidad porque cuidan y miman a sus lectores. Y sí, estoy pensando en Libros del Asteroide.
¡Muy Felices Fiestas para ti también!

Rubentxo dijo...

Vaya... Gracias por avisar.
Recuérdame que, si algún día acabo mi novela, seas la primera en leerla para hacer una crítica: sólo conocía tu lado generoso, pero acabo de ver tu lado más despiadado, jejeje.

Un saludo.
Y felices fiestas y tal.

CEci dijo...

Es que es de juzgado de guardia, Rubentxo, pero ¿tan dura he sido? Dice el despiadado crítico gastronómico de "Ratatouille" que es más divertido hacer y leer críticas negativas y puede que tenga razón. ;-)
Un fuerte abrazo y Felices Fiestas y un feliz 2009 para ti también

condonumbilical dijo...

Me gusta que metas caña.

CEci dijo...

Gracias, no es intencionado. Simplemente intento darle al César lo que es del César. Me alegro de verte por aquí.
Un saludo.