Casi
al final de Tren a Pakistán, razona Iqbal,
inerte intelectual, que contra el Mal y el Caos no suele resultar efectivo un
manguerazo de moralidad ni el anónimo sacrificio individual y resulta, en
cambio, más útil unirse a la confusión y asegurar la supervivencia. Como refutación
de tal asunción, sensata, cínica o cobarde, júzguenlo Vds., funciona el magnífico
acto final del otro héroe de esta historia, el ladrón pendenciero Jugga. Y
hasta aquí puedo leer... No voy a estropearles el final de esta estupenda
novela del recientemente fallecido Khuswant Singh, ambientada en 1947 en una
aldea fronteriza del Punjab, justo después de que la pérfida Albión renunciara
a su “joya de la corona” y de que la rapiña y condescendencia de los amos
ingleses diera paso a la intolerancia religiosa, cuando el Indostán se separó
en el Pakistán musulmán, de un lado, y la proteica India, de otro. Sí señalaré,
no obstante, que esta historia es una muestra más de que el final de un mal no
supone necesariamente un bien y subrayaré, asimismo, que es un perfecto ejemplo
de novela bien trabada, con personajes auténticos y bien definidos, magníficas
descripciones ambientales, una trama bien armada, emoción y, pese a la
ignorancia, brutalidad y violencia recreadas -no en vano, hay lugar en ella
para el asesinato y un par de trenes de la muerte-, ironía y humor a raudales.
La madre patria obligaba. ¿O no? En cualquier caso, Vds. lean.
La estancia oscura (The Dark Chamber, 1927) de Leonard Cline
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La estancia oscura a la que alude el título es la desmemoria. O el
sueño reparador. La desconexión necesaria para mantenerse a este lado de la...
Hace 1 semana
1 comentario:
Parece un libro muy completo, trama, personajes, dureza y humor. No lo conocía y me llevo apuntado.
Gracias y un saludo
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